Juan Antonio Mazariegos G.

Me encuentro por motivos de trabajo en San Pedro Sula, Honduras. El País y la ciudad reflejan todavía los vestigios de un trauma postraumático, luego de los episodios de violencia que se vivieron tras las recientes elecciones presidenciales que culminaron con la reelección de Juan Orlando Hernández (JOH), en medio de acusaciones de fraude por parte de la oposición encabezada por su candidato, Salvador Nasralla y la virulenta participación en los disturbios del expresidente hondureño Mel Zelaya y sus huestes.

En el transcurso de varias semanas, en Guatemala recibimos las noticias de una oposición indignada que manifestaba su descontento en las calles, mientras se consumaba un fraude electoral, aquí en el lugar de los hechos y luego de haber conversado con varios hondureños que vivieron las distintas etapas de lo acontecido, en primera línea y desde distintas posiciones, me queda más la sensación de un pueblo que juega el papel de jamón del sándwich, mientras distintos poderes se juegan el poder al todo por el todo, tratando de imponerse a sus adversarios, u otros actores que aprovechan la oportunidad para jalar agua a su molino y buscan espacios, poder o simplemente delinquir y sacar raja, en medio de un manejo de la opinión y de la situación que parece dejar en claro que más que nada la población es un medio y no un fin y que el pueblo aguanta con tal de buscar estabilidad y que le permitan simplemente trabajar y hacer su vida.

El reelecto Presidente JOH, sirve ahora de meme habitual en las redes sociales, mientras la población se ríe de su elección en las urnas, por lo que él mismo calificó como “la otra Honduras”, mientras la gente hace bromas para preguntarse a qué Honduras pertenece o se refiere. Salvador Nasralla resultó no solo ser un polifacético presentador de televisión, sino también un ambivalente tomador de decisiones que mientras deshojaba la margarita alegando fraude, reconociendo su derrota o llamando a tomar las calles o a guardar la calma, en una sucesión interminable de criterios encontrados, solo contribuyó a sepultar cualquier reclamo por las elecciones, y Mel Zelaya que luego de llamar a tomar el poder y las calles desapareció del mapa, en cuanto en Honduras empezó a sonar su nombre como el principal receptor de las mordidas o coimas de la ya tristemente famosa constructora Odebrecht.

Realmente no hay mucho espacio para confundirse, cualquier parecido con Guatemala no es parecido, es una triste realidad, como la que nos ha tocado vivir a los pueblos de Centroamérica, al parecer porque en algún momento abandonamos nuestros países en manos de quien no debíamos, personas que solo se representan a sí mismos, distintos actores pero finalmente representando la misma carajada.

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