Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

El diseño de la ofensiva contra la CICIG se centró en el apoyo a la política de Estados Unidos respecto a Israel y el traslado de nuestra Embajada de Tel Aviv a Jerusalén. La idea era abrir con ello la puerta para tener acceso al Presidente Donald Trump mediante el apoyo de la comunidad judía y de los evangélicos más radicales a los que tenía que trabajar el Embajador de Guatemala en Washington, el señor Espina, obviamente vinculado con ese sector fundamentalista.

Una vez abierta la puerta, era cuestión de irle a explicar a Trump que Jimmy Morales era una especie de reflejo del gobernante norteamericano en cuanto a sus problemas con la justicia. “Así como el FBI lo está investigando a usted por la influencia que en el Buró tiene aún Obama y los demócratas, en Guatemala a mí me está investigando también injustamente la CICIG que sigue operando bajo la influencia de la gente de Obama en el Departamento de Estado.” El resultado que se esperaba era un furibundo tweet contra Iván Velásquez y la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala.

La primera parte del objetivo se logró, puesto que la política hacia Israel fue suficiente para abrir la puerta y asegurar ese encuentro que, por cierto, no es cosa sencilla de obtener sobre todo con un Presidente que no tiene mucho conocimiento de lo que es Guatemala más allá de que un guatemalteco mató a un jugador de fútbol recientemente y que su país está lleno de inmigrantes (violadores y asesinos según él) que han llegado de manera ilegal.

Pero sucede que antes de la cita se produjeron hechos importantes, sobre todo la forma en que el petrolero Secretario de Estado fijó postura respecto no sólo a la CICIG sino al mismo Iván Velásquez. Y durante el encuentro brevísimo antes del desayuno, estuvo presente Rex Tillerson, y si tomamos en cuenta que fueron quince minutos de plática y que como Morales no habla inglés ni Trump habla español, hubo que traducir todo lo que dijeron, podemos pensar que fueron siete minutos y medio los que, incluyendo saludos y despedida protocolaria, tuvieron para hablar. Pero según el comunicado de la Casa Blanca, las preocupaciones de Trump, quien llevaba por supuesto la voz cantante, fueron el agradecimiento a Guatemala por su postura en el tema de Israel y el traslado de la Embajada, narcotráfico, Venezuela y su dictadura, la seguridad y prosperidad como instrumentos para detener la inmigración ilegal y “sécate”, como decimos normalmente.

El comunicado oficial de Guatemala metió, a puro tubo y sin sustento en lo dicho por la contraparte, el reconocimiento de Trump a “los esfuerzos de Morales contra la corrupción”, como si allá no supieran de las maniobras que hace bajo la dirección de Arzú para detener todo lo que huela a lucha contra la corrupción.

Y finalmente, por la tarde, Tillerson puso la tapa al pomo expresando el apoyo de su país a la lucha contra la corrupción, tarea que nada tiene que ver con lo que hace Morales sino que se refiere a lo que hacen MP y CICIG.

De suerte que sonaron las cajas destempladas.

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