Juan José Narciso Chúa

Nuestra sociedad se encuentra en un punto realmente peligroso. Continuar sin cambios, es la lucha que hoy han entablado un grupo de conservadores, que, actuando como funcionarios de Estado, se abrogan decidir sobre el derecho de todos los ciudadanos. Aunque constituyen un grupo minoritario, representan a grandes intereses fácticos, económicos y militares, e igualmente detentan el poder, pero su ejercicio constituye un acto flagrante de deslegitimidad, vergonzantes e indignos.

Afortunadamente, se han desenmascarado por completo, al declararse abiertamente como representantes de las sombras retrógradas del pasado, auténticos portavoces del conservadurismo más rancio; adalides de viejos tiempos de fiesta en donde la corrupción y la impunidad representaban sus marcas y hoy decrépitos vehículos “del pasado en copa nueva” con añoranza por dictaduras, falangismos y fascismos rebasados.

Los golpes han sido certeros y enmarcados en una estrategia digna de gobernantes de facto. Primero, tomar el control de la Junta Directiva del Congreso; luego quitar de en medio a funcionarios “molestos”, como el Superintendente de la SAT –luego de un excepcional trabajo–; tercero, salir del Ministro de Gobernación –quien hizo un trabajo ejemplar–; cuarto, empujar reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, dejándola sin cambios de fondo, para asegurarse continuar la fiesta en las próximas elecciones generales –con los mismos partidos políticos–. También no se ha dejado ver, pero ahí están, todos los movimientos de la Cancillería para denostar a la CICIG y luego el propio mandatario buscará –en un viaje cercano y aparentemente religioso–, asestar el golpe directo en Washington para quitar de en medio al Comisionado Iván Velásquez –un incansable luchador por la justicia y con resultados inobjetables–.

Hoy se abre una oportunidad importante para revertir varios de estos manotazos de una fiera herida que se resiste al cambio, a la modernidad, al futuro, a la permisibilidad de una sociedad distinta. Este es justamente uno de sus grandes desaciertos en su estrategia; los tiempos han cambiado; la oposición que busca destrozar, sigue en su lucha silenciosa, utilizando los mecanismos legales existentes, tal como hizo valientemente Acción Ciudadana, e igualmente la Corte de Constitucionalidad, no ha desentonado y se ha puesto al tenor de una dinámica social que demanda cambios para construir un estado de derecho democrático, bajo el imperio de la ley en un momento crucial para nuestra sociedad.

Los cambios en una sociedad no son lineales, tal como trazaron su estrategia los conservadores, sino son pequeños avances con sus propios retrocesos, pero los mismos se desenvuelven de una forma pausada, pero dinámica y tocando el fondo del asunto, pero además bajo la vigilancia constante de una ciudadanía que pide más, que exige reformas, y aunque silenciosa, no ha estado callada; aunque parece alejada está vigilante; y aunque, los grupos retardatarios creen, que es una sociedad dócil y dominada, no es así, ahí está activa y beligerante y así seguirá aunque no lo crean.

Hoy en el Congreso se ha tejido una enorme oportunidad, que ojalá pueda ser capitalizada a favor de estos tiempos que gritan cambios, que demandan reformas y que consideran que estos grupos del pasado, se queden ahí, de espalda a la historia que está construyéndose paso a paso, ellos que únicamente pretenden engañar al pueblo con retórica retorcida. Una nueva planilla de confluencia de distintos partidos, aunque distintos, pueden mostrar su carácter y retomar la autenticidad de representantes legítimos del pueblo, no nos defrauden.

También esta es la gran oportunidad de la actual Comisión de Postulación para que den un golpe de dignidad a favor de una coyuntura que demanda honestidad, valentía y verticalidad. Las presiones serán enormes pero su independencia profesional y su calidad académica y de juristas debe prevalecer, ante todo. El o la nueva Fiscal General debe ser un profesional del derecho íntegro, capaz y valiente pero principalmente independiente.

La lucha seguirá siendo difícil, los golpes no terminarán, pero los cambios de una sociedad continuarán su inexorable camino. Debemos ser parte de este esfuerzo. Como el estribillo de la vieja canción de Joan Baez; No, no, no nos pasarán.

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