Eduardo Blandón

Uno de los problemas, entre tantos por los que atraviesa el país, consiste en los cambios constantes de las personas encargadas de gestionar la cosa pública.  Los cambios constantes, por ejemplo, en los Ministerios de Gobernación, Trabajo y otras dependencias, no permiten ni la continuidad de proyectos encontrados ni la consolidación de las ideas personales que los responsables emprenden con entusiasmo.

De esa manera, las dependencias casi siempre comienzan de cero.  Y con esa estrategia tercermundista nunca damos oportunidad a que los tecnócratas se desempeñen según los planes generados para sacar adelante sus respectivas carteras.  Razón por la cual cuesta llevar el recuento de los burócratas que ocupan las sillas para el trabajo de gobierno y más aún, reconocer los méritos de quienes pasan meteóricamente por esas instituciones.

No se trata de que los puestos sean inamovibles, pero sí garantizar cierta permanencia que favorezca el desempeño decoroso con vistas a la materialización de proyectos.  Eso conlleva la responsabilidad de los gobernantes que deben conformar sus equipos de gobierno con tiempo.  Seleccionando cuidadosamente a sus gestores para que ellos establezcan sus propias estrategias para sacar adelante la tarea encomendada en su momento.

Mientras que la teoría parece darnos luces, la práctica en Guatemala ha sido otra.  Primero, porque los puestos ministeriales no se asignan según competencias o méritos.  Y segundo, porque las oficinas públicas se ven como botín.  Con criterios propios de países subdesarrollados se copan las instituciones para dar trabajo a los amigos, familiares, o a los que trabajaron en la campaña.

Por ello no sorprende las declaraciones de Arístides Crespo, cuando dice con candor que está preso por dar empleo.  En su imaginario, el Congreso es una especie de oficina de recursos humanos para dar trabajo a los allegados, como medio de negociación o simple beneficio propio.  Cabe decir de paso, que Crespo ya tenía práctica en ese tipo de movidas desde tiempos en que fue director de FONAPAZ e hizo de las suyas con voluntad libérrima.

Quizá nunca sea demasiado reiterarlo.  Las cosas deben cambiar en la manera cómo se gestiona la administración pública.   Y si bien es cierto en este gobierno el arroz ya se coció, a futuro se debe insistir en la responsabilidad de quienes se ponen a la cabeza de los partidos políticos.  Hay que tomar en serio el compromiso por hacer una buena administración que permita la superación del estado de pobreza en que vive nuestro país.

 

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