Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82

El caso de Odebrecht Fase I que reventó el fin de semana y del que ayer se conocieron más detalles, es uno muy importante porque, entre muchas otras cosas, nos permite entender que el sistema en las condiciones actuales no tiene viabilidad y es un férreo obstáculo para construir una Guatemala diferente.

Ayer no lo dijeron, pero quedó en el ambiente que este caso de la constructora brasileña evidencia esa forma en la que los políticos y particulares pactan para asegurar las cosas y protegerse, buscando hacer más sólido un modelo que roba millones de oportunidades, mientras le asegura a otros prebendas dotadas de ilegalidad. Ayer quedó más claro aún, que aquí, quienes desean hacer las cosas bien, la tienen muy difícil.

Según las investigaciones, Alejandro Sinibaldi pidió que parte del soborno debía ser para Manuel Baldizón y en una reunión en la casa del primero, el ex candidato presidencial habría terminado de amarrar el trato con Odebrecht y con eso se habrían ganado su silencio, logrando de esa manera que un caso tan importante no fuera a ser denunciado por Lider, tal y como hicieron con el caso del puerto en TCQ.

Es fácil suponer que Sinibaldi y Baldizón eran “enemigos” de partidos diferentes, ambos “jóvenes” que en sus cuarentas buscaban ser presidente de Guatemala y ser esa generación “nueva” en la política. Pero al parecer, su única enemistad era la ocasionada por querer llegar a la “Guayaba” y de hecho, según surgió en el caso de Construcción y Corrupción y de acuerdo a las declaraciones de sindicados y el mismo Rodrigo Arenas, la campaña del No te Toca en contra de Baldizón la habrían financiado con dinero de Sinibaldi.

De tal manera se puede pensar que el único tema en disputa era la carrera por la presidencia, porque debemos recordar que la sociedad de personas que tenían ambos, Sinibaldi, Baldizón y Asociados, funcionó a la perfección para temas como el reparto del Listado Geográfico de Obras durante muchos años, la elección de la última Corte Suprema de Justicia (CSJ), la elección de Carlos Mencos, elecciones de Junta Directiva del Congreso y reparto de comisiones, elecciones de puestos clave, aprobaciones de presupuestos desfinanciados que permitían seguir la fiesta y el financiamiento de sus campañas, contrataciones de sus grupos con entes estatales sin que uno se tirara tierra al otro directamente.

Y esto, plasmado en la realidad del presente, evidencia que el sistema lo quieren mantener intacto para poder seguir piñatizando los recursos y asegurar que la corrupción y la impunidad sigan siendo las turbinas que hacen “avanzar” al país y eso es lo que está en juego y en eso debemos centrar el debate los que deseamos cambios de fondo.

No es casualidad que ahora los políticos y sus socios particulares se arropen el uno al otro y no hagan nada para poner en riesgo el modelo. ¿Por qué cree usted que Mario Taracena calló rápido la jugada que le hicieron con la Junta Directiva y que ahora Óscar Chinchilla no dijo nada cuando Álvaro Arzú fue electo? ¿Por qué cree usted que los presidentes no inician cruzadas para acabar con los vicios que dejan sus antecesores? ¿Por qué cree usted, que año tras año, magistrados se aseguran de mantener el modelo?

Abra los ojos, esta no es una lucha de izquierda o derecha, esta es una lucha entre la decencia y la desfachatez, entre los principios y la inmoralidad, entre la legalidad y la ilegalidad, entre la certeza del castigo y la impunidad. Lo que sucede es que nos quieren desviar del punto para asegurar volver al pasado y que todo siga igual.

 

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