Gladys Monterroso
licgla@yahoo.es

“Pierde la virtud sus fuerzas si le falta oposición”
Seneca

Uno de los pilares de las democracias modernas radica en que exista una verdadera oposición al poder político en turno, ya que el debate enriquece, no solamente al mismo poder, oxigena de alguna forma a la sociedad en general, ya que las diferencias de criterios, así como de ideologías por medio del disenso, para llegar al consenso, brindará un resultado, que será en cierta forma beneficioso para la sociedad en general.

Con cada caso, relacionado con la corrupción, que se hace público, se va cerrando el círculo de la podredumbre de la mal llamada clase política, ya que desde que vivimos en “Democracia”, se han dado todo tipo artilugios, para mantener secuestrados a los diferentes organismos del Estado, así como las instituciones descentralizadas y autónomas.

Es imposible que nos sintamos representados, ya que votemos por quien votemos, los resultados serán siempre los mismos, pues no existen partidos independientes unos de los otros, cual telaraña todos, o casi todos se interrelacionan, para lograr un objetivo común entre sus representantes: Cooptar todas y cada una de las instituciones públicas, ya que al final todos se envuelven con la misma manta.

No necesariamente se debe creer ser de izquierdas o derechas para ser oposición, la oposición puede ser en teoría de la misma ideología, pero de alguna manera tener un plan político (Lo cual en nuestro endeudado y subdesarrollado país no existe) mismo que debe obedecer a una línea específica, ya sea esta política o ideológica, misma situación de la que en el país adolecemos.

Acá, como sucede en otros países, las extremas han desaparecido, situación plausible, ya que las mismas dañan por el fanatismo que implican, sin embargo, casi saliendo de los albores del siglo XXI, podemos observar una Alemania más al centro de cualquier ideología política, ya que tanto partidos como electores de los mismos comparten principios fundamentales como sociedad y país, Francia dio un ejemplo al mundo con la elección de Macron, un hombre joven, pero no por ello desconocedor en política, y muy ilustrado, identificándose con el centro, ecuación que nos da como resultado, que actualmente las antiguamente llamadas izquierda y derechas, tienen más similitudes que diferencias, sin embargo, eso no significa que no exista oposición democrática para beneficio de la sociedad.

Veamos, con las recientes informaciones sobre el caso Odebrecht, mismo que ha salpicado a diversos países del planeta, iniciando en América, pasando por Europa, Asia y África, y, que ha dado la vuelta al mundo dejó, en el caso Guatemala, al descubierto que el ser parte de la corrupción del mismo, unió a la supuesta oposición con el supuesto oficialismo, (misma diferencia que al parecer nunca existió) ya que aunque en otra clase de sociedad, parecería por lo menos inaudito, en nuestro caso, tanto el supuesto oficialismo como la posición (Baldizón-Sinibaldi) recibieron dinero mal habidos de la empresa brasileña.

Las noticias, sobre la estela de corrupción que dejó a su paso el Caso Odebrecht, como se mencionó ya, han dado la vuelta al mundo, ya que tocó diversas sensibilidades, sin importar ideología o región sociopolítica, sin embargo, en Guatemala no dejamos de impresionarnos, ya que aunque existían rumores sobre la interrelación personal y de poder que existía entre los extintos PP Lider y la sobreviviente UNE, las mismas se han quedado cortas, los unían de momento Odebrecht, falta ver qué casos de corrupción más, nos faltan conocer.

Nuestras deficiencias como sociedad cada día se hacen más que evidentes, ya que políticamente no hemos cambiado en nada desde antes de 1821, no tenemos diferencias política, todos son más de lo mismo, lo que redunda en que desafortunadamente, no tenemos oposición política, y si alguna mínima existe, se pierde entre luchas espurrias personales.

¿De qué democracia nos podemos vanagloriar, si ni siquiera existe oposición política?  Mal estamos, pero sin hundirnos en nuestra pobreza social, cada caso que se destapa, en la que visualizamos nuestros harapos institucionales, nos puede fortalecer, siempre y cuando, sepamos dar la vuelta a la moneda y aprendamos de nuestras caídas.

Una sociedad sin oposición real política, no vive en democracia.

 

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