Jorge Santos

Los acontecimientos a partir de agosto del año pasado, son una muestra de la crónica crisis existente en el país. El Modelo de Desarrollo y de Estado construido por la elite económica de este país está fracasado y por ende urge una profunda refundación que permita desarrollar democracia desde abajo, erradicar la pobreza, el hambre y dotar de mecanismos efectivos para que la justicia impere en todas las acciones públicas.

Salir de la permanente crisis que impera exige que transformemos por completo la organización actual del Estado, sus instituciones, el modelo de producción y reproducción de la riqueza. Durante la última década hemos visto a quienes orquestaron este Estado burlarse de la ciudadanía. En sinfonía junto a militares, políticos tradicionales y el crimen organizado hacen lo que les viene en gana, mientras la población sufre exclusión, expolio, violencia. Frente a quienes se manifiestan en su contra profieren amenazas, les intimidan, criminalizan y/o asesinan. Sin embargo, y en la medida de que se ha avanzado en la consecución de casos contra las estructuras enquistadas en la institucionalidad pública, se ha afianzado un pacto entre distintas mafias en el país. De esa cuenta, el sábado recién pasado este Pacto instauró una nueva etapa de la crisis, pero también de lucha y contradicción existente.

Sin lugar a duda, la lucha en esta disputa no será fácil. Implica enfrentar el conflicto a quienes corrompen, roban y reprimen, si es que queremos sostener esta oportunidad. De 2015 a la fecha, hemos visto crecer la participación social en la lucha ciudadana. Mejoran los niveles de articulación mientras se amplían a más organizaciones, pueblos y movimientos. Siempre contraria a los intereses populares y democráticos, la elite política, militar, económica y estructuras del crimen organizado gestan el retroceso cerrando espacios de participación para dar estabilidad al status quo.

Es evidente que la crisis del Estado y su modelo de desarrollo han llegado a un punto de insostenibilidad. Es imprescindible continuar los esfuerzos por fortalecer vínculos y ampliar las acciones coordinadas entre las organizaciones, los movimientos, los pueblos y la ciudadanía en general. Nuestro único propósito es hacer caer este régimen de corrupción e impunidad para forjar la transición a algo mejor. Ya no queda discusión alguna para ser timoratos o moderados frente a la dimensión de escenario actual. No servirá de nada creer por novena vez que las elecciones serán la salida de esta crisis o que algunos pocos buenos funcionarios con sus increíbles esfuerzos puedan realizar las transformaciones que se requieren. Es aquí y ahora, es prácticamente el todo o el nada, son ellos o somos nosotros. Indignarse por el último acontecimiento de descubrimiento de otro acto de robo, saqueo o cooptación está bien, sin embargo, no es suficiente, lo único que podrá sacarnos de la podredumbre a la que nos han llevado, será la acción política, transformadora y revolucionaria, identificando muy bien a las y los aliados e impidiendo que aquellos miembros de las elites responsables del descalabro se involucren.

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