Empieza el año con la predecible ofensiva de los que se alinean con el Pacto de Corruptos esgrimiendo los mismos argumentos falaces con relación a la presunción de inocencia y llamando a los jueces a que dejen de enviar mensajes que “desalientan la economía”, es decir pidiendo que nos hagamos babosos ante nuestra dolorosa realidad de corrupción. Las huestes de los dinosaurios políticos que siguen empeñados en mantener el sistema no dudaron en ocupar espacios desde el albor del nuevo año para regar su propaganda de tolerancia para la corrupción y a favor de que sea consolidado el régimen de impunidad.

Para decirlo en pocas palabras, vienen con todo, dispuestos a demeritar el esfuerzo de las instituciones que cumplieron su deber investigando la corrupción y sembrando la cizaña para afianzar la división entre los guatemaltecos bajo la falacia de que estamos divididos entre izquierda y derecha y que, siendo el nuestro un país muy conservador, los buenos están en el bando de la derecha y los malos, los que únicamente quieren desestabilizar al país, están en el bando de la izquierda, haciendo ver que todo aquel que hable de transparencia y de aplicación de la ley para castigar a los saqueadores del país, lo hace con perversas intenciones.

No hay intención más perversa que la de defender a los corruptos y atacar a quienes buscan un país en el que el dinero del erario sirva para inversión social en vez de enriquecer de manera ilícita a los políticos y sus socios. No hay mayor perversidad que robar en un país donde la miseria se extiende y en el que sus habitantes encuentran en la migración la única oportunidad de mejorar sus condiciones de vida porque aquí, en el terruño, se les cierran los espacios y hasta se considera negativo un mísero incremento del salario mínimo que, aún con aumento, no llega a lo necesario para cubrir necesidades vitales.

Es por ello que tenemos que mostrar nuestra entereza cívica para hacer que este año decisivo no quede desperdiciado en medio de vanas y absurdas discusiones que nos dividen para distraer la atención ciudadana y alejarla del compromiso que debe marcar nuestro comportamiento ahora que estamos en una situación decisiva, verdaderamente crítica en la que no caben medias tintas y en la que debemos definir nuestra actitud.

Las siguientes generaciones juzgarán qué hicimos o dejamos hacer ahora que se presentó la oportunidad de desnudar nuestra cruda realidad de corrupción e impunidad. O cambiamos este año o los corruptos consolidan su pacto y con ello nuestra desgracia.

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