Hay dos tipos de migrantes guatemaltecos viviendo en Estados Unidos y su suerte, como la de todos los guatemaltecos, está ligada al medio en el que crecieron y las oportunidades que tuvieron o dejaron de tener en su propia patria. Los que salieron sanos, luego de haber recibido educación y disponían de medios rápidamente consiguieron trabajos en los que se valoraba su capacidad y talento de manera tal que los mismos empleadores se convierten en garantes para tramitar residencias que les permiten vivir legalmente. Por supuesto, son pocos porque en Guatemala la mayoría no disfruta de esas oportunidades.

La mayoría, en cambio, salió huyendo de su miseria histórica y atávica, haciendo un peligroso y dramático recorrido para llegar a su destino donde encuentran una sociedad que ofrece muchas oportunidades que no están al alcance de su mano porque salieron de la patria sin la preparación que les permita competir en el mercado de trabajo. Obligados a trabajar en el área de servicios muchas veces ven que su condición de inmigrantes ilegales les obliga a aceptar salarios inferiores a los establecidos, y algunas veces también tienen que soportar discriminación y hasta acosos que tienen que callar porque su condición migratoria no les permite quejarse y reclamar.

Como los pobres de nuestro país, esos migrantes son la mayoría y a punta de esfuerzo y sacrificio no sólo se ganan la vida sino que acreditan al guatemalteco como un “trabajador excelente”, como lo atestigua el dueño de un restaurante donde la mayoría de empleados de cocina y de quienes recogen los platos son guatemaltecos. “Yo necesito ahora mismo por lo menos cuatro guatemaltecos más porque son los mejores en su trabajo”, dice ese próspero empresario que dejó de contratar inmigrantes de otras nacionalidades porque está encantado por la forma en que trabajan nuestros compatriotas. “Es una lástima que no vengan sabiendo inglés y más preparados porque con su dedicación y esfuerzo podrían ocupar puestos muy importantes”, concluye.

Pero nuestro sistema no está hecho para preocuparse de la gente sino del pisto que pueden robar los políticos que cada cuatro años se suceden en el poder y sus socios. Además resultó que la explotación provocó la migración que, oh casualidad, se convirtió en motor de la economía del país. La injusticia termina siendo, además, el gran negocio que permite subsistir a un país donde nunca hemos invertido en la gente ni se piensa en el drama de la mitad de la niñez sufriendo condiciones de desnutrición crónica que marcará su vida para siempre.

Esta Guatemala no puede continuar así.

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