Fernando Mollinedo C.

Los guatemaltecos merecemos un mejor destino; pero somos responsables de elegir –sin opciones- a las personas que nos gobiernan, por lo tanto, puede decirse que debemos aguantarnos por la “sabia decisión” que dejamos en las urnas.

Merecemos el respeto de los diputados para obtener logros legales ofrecidos en campaña electoral; no fue un cheque en blanco el que se les dio para que lo utilicen como autorización legal para delinquir, perdón, para “negociar” sus intereses particulares con los mismos trabajadores del Estado o con los delincuentes de cuello blanco de la iniciativa privada, desfalcándolo y/o simulando acciones lícitas.

Los acuerdos entre las cúpulas que copulando políticamente acuerdan no acusarse, ni entorpecer sus negocios, estipulando: Yo te apoyo, Tú me apoyas, Él nos apoya, me toca, te toca y a aquel le toca aquello, pero que ninguno se salga de la bacinica porque eso implica que se caigan nuestros planes de hacer dinero fácil y rápido.

Esa unión de ombligos electorales como práctica partidocrática de los políticos niega la importancia de los intereses de la población; ¿cómo creer a quienes durante décadas dijeron odiarse, se acusaron de los peores delitos, se obstaculizaron en el trabajo legislativo y sabotearon administraciones, y ahora resulta que se aman?

¿Quién va a creer que aquellos que durante décadas se odiaron, se acusaron de los peores delitos, se obstaculizaron el trabajo legislativo y se sabotearon sus administraciones, ahora nos digan que se aman y son una melcocha política en “beneficio” de la población?

Los miles de millones de quetzales, dólares USA o canadienses, euros y hasta rublos que la comunidad internacional otorga a este país “en desarrollo” para que sus habitantes puedan tener un nivel de vida mínimo en calidad y dignidad, son las estratosféricas cantidades que los políticos en los tres organismos del Estado podrían perder y muchos años de cárcel que deberían pagar; por eso, ellos piensan: “más vale quedarse en las manos con el negocio del Gobierno a que otros vengan a gobernarles y de repente a contarles las costillas”. He ahí el detalle para su “reelección”, siempre al servicio de sus amos.

¿Qué tanto les costaría a los políticos hacer a un lado sus ambiciones personales y de pandilla, perdón, de gavilla, y trabajar por el bien de la población? Los parias del sistema buscan conservar su poder y poco o nada les importa la vida de millones de personas; esa indiferencia hacia sus electores es la que decepciona a los votantes.

Los políticos negocian en el tálamo electoral la repartición de candidaturas a diputados, alcaldes, gobernadores, ministros, directores generales, puestos en la SAT, en el IGSS, Registros, Migración, mientras que la lucha de la población por obtener infraestructura, derechos, transparencia, rendición de cuentas, educación, justicia, salud, acceso a la información, la mandan a la chingada, pues lo cada día más frecuente: vaginocracia, alza de impuestos, abuso de poder, hueveos descarados, impunidad, clientelismo, compadrazgo y amiguismo entre otras deleznables conductas, tienen a “conservar lo más, para cambiar lo menos”.

Artículo anterior“Para una aclaración, tomo la palabra” (IX)
Artículo siguientePlaneación del ISR e ISO para el 2018 -Parte II-