David N. Barrientos G.

La etapa de mi infancia y niñez transcurrió en un municipio del área q’eqchi’, Lanquín, Alta Verapaz, donde aproximadamente el noventa por ciento de la comunidad aún habla su lengua materna. Fue natural entonces comunicarme y convivir con mi entorno. Luego, los treinta y tres años de servicio como oficial del Ejército me mantuvieron ligado a la comunidad q’eqchi’, de la cual proviene un buen porcentaje del recurso humano que nutre las filas militares, a quienes tuve la oportunidad de conducir y aprendí a respetar, además de cumplir lo que doctrinariamente se me enseñó: los principios del don de mando, procurar en todo momento el bienestar de mis subordinados, además, me correspondió en diferentes grados de la jerarquía, caminar por muchas comunidades de habla q’eqchi’, guiado por el código de conducta del soldado en operaciones, que se basa en el respeto a la población.

En la actual situación de retirado del Ejército, por asuntos familiares y laborales continúo en relación con dichas comunidades y como guatemalteco con acceso a información general, identifico una serie de preocupaciones de la “sociedad”: la situación macroeconómica, la inseguridad, la polarización ideológica, etc. Me pregunto: ¿Quién se preocupa por las comunidades a las que no llegan los medios de comunicación, donde las condiciones de vida son precarias por la falta de atención a la salud, la educación, los servicios básicos y otros? No me cabe la menor duda que, si no entendemos los idiomas de las comunidades, hay muchas cosas más que no conocemos de las mismas, pero si participamos en protocolos cortesanos, en la renovación de flota de vehículos, de los beneficios de los pactos colectivos, en magnos eventos politiqueros y otras barbaridades que lo único que hacen es alejarnos de la realidad de muchos guatemaltecos que a pesar de vivir en el mismo territorio parecieran otra Guatemala. ¿Cuántos centros de salud, medicinas, y ambulancias se podrían construir y/o adquirir para la atención de estas comunidades? En lugar del gasto en las actividades antes mencionadas.

Hay suficiente información de organismos nacionales e internacionales respecto a esta realidad desde hace ya bastante tiempo, sin embargo, esta información no es utilizada para el diseño de políticas y programas prácticos que atiendan de manera decidida estas condiciones y mientras sigamos indiferentes permaneceremos divididos y esto no es de ideologías, es de realidades que urge atender o habrá, ahí sí, inescrupulosos que con cínicas sonrisas de un falso entusiasmo sigan aprovechando esas condiciones sociales cada cuatro años, cuando regalan bolsas de alimentos, láminas, billetes de cien quetzales, etc. previo a las elecciones o les da el espacio a inescrupulosos que incitan a las comunidades a invadir propiedades, aspecto que no resuelve en absoluto las condiciones de pobreza, al contrario, ahuyenta a los capitales y la oferta laboral en el interior.

Es oportuno en las circunstancias políticas actuales que surja un proyecto intersectorial, incluyente y realista, que promueva un acuerdo nacional el cual permita la posibilidad de renovar cuadros de la política guatemalteca, donde ya no caben los políticos tradicionales y desfasados extremos ideológicos que en lo único que coinciden al acceder al poder político es en la repartición de los botines producto de la corrupción, el actual establishment o cambia o debe ceder el espacio.
B’antiox.

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