Raúl Molina

Me adelanto a la fecha, 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, para sumarme con firmeza al llamamiento que hace la Fundación Sobrevivientes a que la ciudadanía se pronuncie contra el terrible fenómeno de la violencia contra la mujer. Es un fenómeno ajeno a la esencia guatemalteca, que fue desatado masivamente por la Doctrina de Seguridad Nacional, particularmente con el bestial asesinato de Rogelia Cruz y con muchísimos asesinatos más, como los de Mamá Maquín, Alaide Foppa y Myrna Mack. Desde luego, no debemos quedarnos en pronunciamientos. Insto a ciudadanos y ciudadanas a que tomemos medidas para que este, 2017, marque el inicio del rescate del respeto a la vida e integridad personal de las mujeres. Esperaríamos una Carta Pastoral de la Iglesia Católica y comunicaciones de otras iglesias, así como comunicados de las universidades para levantar una campaña nacional proeliminación de la violencia contra la mujer y la niña. Se lo debemos a las jóvenes muertas en el Hogar Seguro Virgen de la Asunción y a las decenas de miles de mujeres que sufren violencia del Estado, como en los desalojos recientes de Izabal y Alta Verapaz; de agresores en la sociedad que atentan contra su vida y su integridad física, como las maras y los sicarios; y hasta de miembros de sus familias que descargan en ellas sus diarias frustraciones. Al leer un artículo en Prensa Libre, me apabullan las cifras de asesinatos contra la mujer en el presente: “Un informe del Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif), sobre muerte violenta de mujeres, señala que, en Guatemala mueren 15 por semana, tendencia que se ha mantenido en los últimos nueve años”. Eso se traduce en datos alarmantes: “El año pasado se registraron 739 muertes violentas de mujeres, mientras que este año, hasta el 30 de septiembre, ya sumaban 588”.

Sabemos que hay organizaciones que intentan detener esta ola de agresiones contra las mujeres. Una es la Fundación Sobrevivientes, que dirige Norma Cruz, y reconozco también la labor pionera de Lucía Muñoz, que por años ha venido batallando para parar los crímenes contra las mujeres, creando programas valiosos, como el que impulsa en la Usac de “hombres contra el feminicidio”. Es tiempo que no las dejemos solas. Es inconcebible imaginar un futuro en que estas odiosas estadísticas se perpetúen. Debemos hacernos el propósito de que año a año, semana a semana, día a día, esas cifras bajen constantemente, hasta que podamos ver que la violencia contra la mujer desaparece. Aparte de medidas legales importantes, como aumentar la pena en caso de crímenes contra la mujer o la niña, programas educativos en todas las escuelas públicas y privadas, campañas en los medios de comunicación social que identifiquen a la violencia de género como acto deleznable de cobardía, debemos llevar la lucha al plano familiar, con el diálogo franco en el seno de las familias para erradicar la discriminación por sexo. Este 25 de noviembre debemos promover, plenamente, el respeto a la vida, la integridad física y todo otro derecho fundamental de la mujer y la niña.

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