Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82

Ayer celebramos el 73 aniversario de la caída de Federico Ponce Vaides, quien había asumido el poder tras la caída de Jorge Ubico y célebre es aquel momento en la historia en el que Ponce obligó a los indígenas a desfilar con garrotes para intimidar; eso de garrotes para agarrar a “morongazos” debe ser pura coincidencia, porque no creo que sea tanto el alcance de nuestro Alcalde.

Pero frescos después del descanso por el aniversario de la Revolución del 44, vale la pena alzar la voz para decir que necesitamos una revolución contra la corrupción, contra sus formas, su sistema y sus operadores que encuentra alfiles en los partidos políticos, los financistas y muchos de los funcionarios facilitadores de la porquería que tenemos.

Alegando una defensa de la “institucionalidad y la Constitución” muchos terminan arropando al sistema, sus vicios y mañas; por un lado dicen una cosa y por el otro dan las muestras suficientes para pensar de que en realidad maniobran porque no desean siquiera pensar en asumir algunas consecuencias derivado del uso que se la ha dado al sistema que tenemos.

Siempre he dicho y ahora lo digo más convencido que nunca, que en las condiciones actuales es imposible pensar en un nuevo rumbo para nuestro país, porque bajo este esquema el que lo desea hacer bien la tiene complicada.

Bajo estas condiciones, no podemos empoderar a más gente con oportunidades, no podemos lograr que los 2.5 millones que no entraron a las escuelas en el 2016 tengan a la larga un futuro digno, no podremos disminuir los casi 345 mil alumnos de primaria que no logran avanzar en el ciclo; con lo que tenemos hoy no podremos lograr tener los 17 jueces que necesitamos por cada 100 mil habitantes para lograr una justicia pronta y cumplida.

Así como estamos nunca podremos tener un mejor Congreso ni mejores políticos, porque las mafias maniobran para mantener complicadas las barreras de entrada y permitir que jueguen los que desean lidiar con las reglas de cooptación. Con lo que tenemos el día de hoy, el dinero nunca llegará a la gente y no se podrá incidir en su desarrollo humano porque una cooptada Contraloría General de Cuentas nunca podrá fiscalizar a las más de 600 unidades ejecutoras que, como mínimo, tenemos.

Los que deseamos una nueva Guatemala debemos alzar la voz. Los empresarios que tenemos una visión de seguir generando riqueza (como tanto dicen) pero sin dejar a tanta gente atrás, debemos alzar la voz y redoblar esfuerzos por alcanzar acuerdos mínimos, intentando además que la gente se involucre en lo que debe ser el tan ansiado cambio.

La gente quiere algo nuevo, no me queda duda, pero no atina al cómo, cuándo y con quién y por eso es que debemos vernos para adentro, ver qué hemos hecho bien y mal y así lograr trabajar en unidad y armonía para lograr los objetivos. No podemos olvidar que los Chávez surgen por la incapacidad de las elites de dar respuesta a los grandes problemas de un país y cuando una sociedad mantiene a sus rancios políticos porque se conforma, como bien dijo Don Próspero, merecemos eso y más por no hacer lo que debemos.

No le debemos tener miedo a la revolución y más si es en contra de la corrupción para romper los lastres que nos evitan tener una Guatemala más justa, incluyente, que además sea un verdadero paraíso para atraer inversionistas serios que nos ayuden a crecer y a sacar a tanta gente de la pobreza.

Siempre, pero como nunca antes en la historia, de nosotros depende.

 

 

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