La aspiración de todo ser humano, y por ende de cualquier sociedad en el mundo, es mejorar siempre las condiciones de vida y por ello todos nos esforzamos trabajando para lograrlas en beneficio de nuestras familias. Pero cuando hay momentos de adversidad y en vez de mejorar esas condiciones, vemos que se van deteriorando es natural que se sienta frustración ante la inutilidad de los esfuerzos. Esa realidad es la que ha llevado a tanto guatemalteco a buscar en la migración la oportunidad que aquí no encuentran por más esfuerzos que hagan y empeño que pongan en su trabajo.

Pues bien, al día de hoy es natural que los guatemaltecos en general sintamos esa frustración porque el país va como el cangrejo y nuestras siempre precarias condiciones se van deteriorando como consecuencia de la ausencia de compromiso de los dirigentes del país para hacer buen uso de los recursos en la promoción del bien común. Se habla mucho, por obvias razones, de lo que salta a la vista, como es el deterioro de la infraestructura del país, pero si reparamos en todos los indicadores del desarrollo humano veremos que igual el retroceso es dramático, aunque no sea tan evidente a primera vista.

Hablamos por ejemplo de la educación en donde hay marcados retrocesos respecto a modestos logros que se habían logrado recientemente. Cada vez dejamos más niños sin acceso a la educación y los que la pueden recibir son víctimas de un deficiente modelo que no provee a la gente de las herramientas necesarias para avanzar hacia el éxito. Si cambiamos de enfoque y vemos la situación de la salud pública los resultados son igualmente alarmantes porque lejos de mejorar las condiciones, se nota un marcado retroceso por la ausencia de una visión correcta de la situación del sector.

Y no se puede decir que es por ausencia de inversiones porque en las negociaciones con los sindicatos de educación y salud se han pactado incrementos en el gasto muy considerables, pero sin que ello signifique mejora alguna para los ciudadanos porque lejos de dignificar al trabajador, los líderes sindicales los han convertido en un objeto de negociación política y chantaje, dejando atrás la mística y el compromiso de servicio.

Lo que presenciamos ahora en el retroceso que sufrimos en prácticamente todos los campos de la vida en Guatemala, es producto de que los dirigentes nacionales y sus socios únicamente piensan en negocios y trinquetes, dejando al desarrollo del país en el mayor abandono posible y mientras ellos mantienen esa prolongada robadera, el guatemalteco más pobre ve mermada su calidad de vida.

 

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