Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Mañana se cumplen 73 años de la llamada Revolución de Octubre de 1944, cuando grupos de profesionales, estudiantes, maestros y obreros se unieron a militares dignos para ponerle fin al sistema dictatorial que fue diseñado en la Constitución de Barrios y que se fue perfeccionando bajo conducciones como la de Estrada Cabrera y Jorge Ubico. Mucho se ha escrito de esa gesta que permitió un suspiro democrático en el país de la eterna tiranía y cómo la sociedad fue entendiendo que no tenía futuro de continuar bajo las misma reglas de juego impuestas por los grupos de poder tradicionales que se aprestaban ya para elegir, en procesos viciados como siempre, a Federico Ponce Vaides para continuar con la tradición. De no ser por el 20 de Octubre ya Arzú hubiera bautizado con su nombre algún paso a desnivel.

El caso es que desde que don Lorenzo Montúfar describió a la Constitución de Barrios como jaula de hilos de seda para contener a un león africano, se estaba cimentando el régimen dictatorial que no sólo permitiría al “Reformador” actuar como le diera la gana, sino que luego esa misma Carta Magna fue la que manosearon para facilitar las sucesivas reelecciones de Estrada Cabrera y Ubico. Era la “institucionalidad” de entonces y quienes estaban contra ella eran considerados subversivos o golpistas, pero la realidad es que de no haberse producido el levantamiento del 20 de Octubre de 1944 seguiríamos bajo la bota del Partido Liberal de aquella época.

Viendo en retrospectiva las circunstancias, creo yo que es mil veces peor la dictadura de los políticos y sus financistas que la de los tiranos Barrios, Estrada Cabrera y Ubico con todo y el daño que ellos le hicieron al país. Porque llevamos décadas dilapidando los recursos que tendrían que servir para promover el desarrollo de nuestra gente y el bien común, porque se lo reparten los sinvergüenzas que controlan los partidos y los pícaros que crearon ese modelo de financiamiento en el que se acuachan desde el crimen organizado hasta los más “prestigiosos” empresarios del país. Si el 20 de Octubre fue un movimiento de dignidad y decencia, reconocido así por toda la población sin distingos ideológicos, cuánto más nos hace falta algo similar en las condiciones actuales, cuando a la mediocridad se suma la picardía de tanto individuo que ha contribuido al saqueo del país.

No hay ninguna diferencia entre la validez de aquella Constitución de 1879 y sus reformas sucesivas con la validez de nuestra actual Constitución. Desde el punto de vista estrictamente legal ambos cuerpos legales son iguales, aunque uno haya servido para eternizar dictaduras terribles y funestas y el otro haya servido para facilitar la corrupción y cimentar la impunidad. La única diferencia que hay es que los guatemaltecos de entonces, al fin de las quinientas y de muchas décadas de agacharse ante los tiranos, al fin decidieron actuar mientras que las generaciones actuales, aun viendo las consecuencias terribles de la corrupción, siguen con el mismo letargo que por años permitió la tiranía.

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