Fernando Mollinedo C.

Los seres humanos tienen una increíble capacidad para tolerar y sobreponerse a las incidencias, adversidades, casualidades, hechos naturales y actos humanos por difíciles que estos sean. La resistencia y adaptación es un rasgo que define y explica la supervivencia de la especie.

Guatemala se pregunta: ¿desde cuándo viene en forma sistemática el proceso de empobrecimiento de la calidad de vida?, ¿es eso únicamente personal? ¿A quiénes les afecta? ¿Es algo a lo que se debe acostumbrar? ¿O es como el proceso de envejecimiento, cuando se empieza a perder trozos de existencia sin darse cuenta?

¿Debe considerarse exitoso el amasar fortuna con prácticas inmorales de actividades comerciales, políticas, industriales, bancarias, inmobiliarias, construcción, profesionales, religiosas y gubernamentales que esquilman, mienten, sobornan y huevean a más no poder? ¿En qué parte del cuerpo se irán a meter todo ese dinero? ¿Son exitosas esas personas? O ¿Exitosos son aquellos que “normalizan” la ignominia y podredumbre moral adaptándose a una clase de vida ostentosa pero degradada que los mutila en forma gradual y progresiva ante la sociedad?

ACEPTAR de mala gana pero sin protestar: la falta de medicinas en el IGSS, que el aparato gubernamental no es ni corrupto ni ladrón, que después de los temblores sociales no haya quedado grieta profundísima entre los gobernantes el Congreso y su pueblo, que los gobernadores y alcaldes del país se sacrifican por buscar y encontrar el beneficio para la población, que el sistema penitenciario está bajo el control de las autoridades de Gobernación; todo ello, ¿es pura ilusión, fantasía, sueño, quimera o cómo putas denominarle?

El miedo a sufrir un asalto, la interminable corrupción y vocación de ricos y pobres para expoliar al Estado, persisten, y es el chupete que desean degustar la mayoría de “políticos”, para ello, venden su alma a financistas para conseguir el dinero que compre la nominación en el partido y a la población a cambio del voto, le ofrecen las mejores ilusiones, mentiras, promesas, compromisos y acuerdos a cambio de un llavero.

La gran capacidad de adaptación de la mente humana, no es un designio de los dioses, ni de los astros y menos una sentencia de la naturaleza; por eso, la corrupción e ineficiencia se alimentan de la desidia de la población, la fragilidad de la justicia es reflejo del abuso, la inseguridad e impunidad en las calles deriva de la ausencia del Estado de Derecho; prohijadas ambas por la avaricia siempre urgente de las élites para mantener sus privilegios.

Al aceptar tales circunstancias, los sesenta minutos de una hora ellos los convertirán en ochenta; por miedo a salir a la calle se están volviendo rehenes de la televisión, del Facebook, Twitter, de la realidad virtual y los parques lucirán vacíos provocando más niños internautas. La descomposición social en que vive Guatemala, no debe condenarla para aceptar de forma servil la realidad; piénselo, compártalo y organícense; mejor: pensémoslo, compartámoslo y organicémonos, antes que el destino nos alcance y sólo queden nuestros recuerdos.

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