Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82

Cuando los empresarios José Luis Agüero y Álvaro Mayorga declararon dentro del juicio que se sigue por el caso de corrupción en contra de Alejandro Sinibaldi durante su paso en el Micivi, sus declaraciones no pasaron desapercibidas aunque desvió la atención el hecho de que le hayan tenido que pagar dinero de los sobornos al Movimiento Cívico Nacional (MCN) por cuenta del exministro de Comunicaciones.

No reparamos lo suficiente en el hecho de que, con valor, aceptaron lo que había ocurrido; dependerá de su estrategia procesal la forma en la que termine su proceso, pero creo que vale la pena rescatar que aunque estaban en una posición sin muchas alternativas, optaron por aceptar lo que habían hecho y dieron la cara.

Y creo que es importante traerlo a colación, porque aquí lo que mueve el deseo de detener la lucha contra la corrupción no es que otro extranjero, Álvaro Uribe, diga que su compatriota Iván Velásquez es comunista (lo cual es como que le pregunten al Taquero que piensa de Velásquez), si no aquí lo que hace que exploten al máximo los esqueletos en el closet de Jimmy Morales, es ese temor de ser inquilino de alguna cárcel militar al tener que enfrentar la justicia.

Todos en la vida tenemos que asumir las consecuencias de lo que hayamos hecho o dejado de hacer, así debe de ser, el problema es cuando un puñado de gente decide poner toda la carne en el asador para no tener, siquiera, que aceptar que algo se hizo de mala manera y la verdad es que encuentran muchos aliados en una sociedad que premia al “cabrón” y al que más dinero hace sin importar las formas.

Hay gente que cree que son honorables por decreto y de manera vitalicia; hay quienes consideran que aceptar que algo se hizo de mala manera no es para los de su estirpe, aunque para lograr su objetivo no les importe rozarse con la calaña más baja de la sociedad y así se debe entender esa grosera inyección de fondos que han hecho para detener la lucha contra la corrupción.

El pobre Jimmy Morales y algunos de sus falderos funcionarios (en especial el Ministro de Finanzas aunque no es el único porque se cuentan por montón), no se han dado cuenta que son la marioneta del momento y que cuando los que jalan los hilos los necesiten tirar a las llamas, lo harán sin el menor remordimiento porque al final del día, son los “tontos útiles” del momento.

Los meros meros se quejan de la falta de inversión extranjera, pero son ellos los que con su actitud han logrado que en Guatemala al honrado se le complique todo mientras al pícaro se le abren las puertas de par en par; les preocupa un aislamiento internacional, pero se aguantan la preocupación porque les aterra más pasar una noche en la cárcel.

Lo más complicado es que si la sociedad no entiende que defender la corrupción es defender el sistema que nos aniquilará más temprano que tarde, no hay muchas opciones a futuro. Tengo una conocida que es una férrea voz en favor de detener la lucha contra la corrupción, pero cuando sale de su oficina se mete en contra de la vía para ahorrarse unos cuantos minutos. Así, como para que no digan que cumplir las normas es de “resentidos” y “socialistas” y como para que no usen a Morales y le exploten sus propios miedos a más no poder.

Artículo anteriorEstudiantes (Parte III)
Artículo siguienteTodo tiene consecuencias