Somos un país muy pequeño que despierta poco interés en la agenda de la geopolítica mundial, pero desde hace un par de años Guatemala empezó a sonar por la batida contra la corrupción que llevó a juicio al Presidente y la Vicepresidenta de la República y siendo que se trata de un mal generalizado, la prensa empezó a ponerle atención a lo que estaba ocurriendo en nuestra patria y con alguna regularidad, especialmente cuando se anunciaban nuevos escándalos de corrupción, se volvía a hablar del inédito experimento de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala y del trabajo del Ministerio Público.

Uno de los temas recurrentes para el poderoso sector económico del país es que se debe cuidar la imagen para atraer inversiones. La imagen del país estaba empezando a cambiar por esa visión que se tenía de la lucha contra la corrupción que como mortal cáncer se ha regado por todo el organismo del Estado y de la sociedad, al extremo de que aquí todo gira alrededor del trinquete, la coima y el negocio bajo la mesa, como lo puede atestiguar cualquiera que haya venido a poner un negocio y tramitar alguna licencia.

Pero hoy nos están juzgando de otra manera. El New York Times llama a que se mantenga la lucha contra la corrupción y culpa al gobierno de Guatemala de estarla boicoteando. Lo mismo hizo el Washington Post la semana pasada y en la prestigiosa revista The Economist publicó ese demoledor trabajo sobre Jimmy Morales bajo el titular de que “Si eligen a un payaso, esperen un circo”, en el que detallan lo que para Guatemala significa retroceder en la lucha contra la corrupción y el restablecimiento de los poderes que explotaron la impunidad en su beneficio. El extraordinario intelectual Francis Fukuyama utilizó las redes sociales para tildarnos de país podrido, lo que desató furibundas reacciones de alguna gente, pero que describe lo que es nuestro sistema que ha abandonado sus responsabilidades sociales para privilegiar los negocios podridos.

Se puede decir, en esta polarización ideológica, que el Times y el Post son periódicos liberales en Estados Unidos, pero esa descripción no cabe, en absoluto, hablando de The Economist y Fukuyama.

Creemos que la agenda internacional cada día se centra más en el tema de la corrupción que le roba oportunidades a millones de personas en el mundo y que eso no va a cambiar. Aquí estamos ahora en un profundo bache del que Dios sabe cómo saldremos, pero lo que no podemos dudar es que el impulso a esa lucha contra los pícaros no tiene retorno.

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