Parte de las quejas de algunos sectores sobre la situación de Guatemala es la forma en que, dicen, los extranjeros meten las manos en asuntos que no son de su competencia para impulsar agendas espurias y señalan ejemplos de quienes promueven la lucha contra la corrupción como parte de esa forma entrometida de actuar. Sin embargo, cuando un diplomático apoya la lucha del Presidente para acabar con las investigaciones de corrupción y organiza en la sede de su misión una encerrona a la que invita a empresarios a quienes, “de pronto”, se les dice que va a entrar a la reunión el Presidente que acaba de declarar la guerra a la CICIG, no sólo no se protesta ni nadie se levanta, mucho menos le hacen ver al diplomático que está traicionando a su propio Jefe de Estado que es un fanático de la transparencia.

Se trata del Nuncio Apostólico quien, como en los tiempos de Gennaro Verolino durante la Liberación, presta su casa para reuniones en las que se planifica el ataque a políticas que son vitales para el país. Verolino fue nombrado Nuncio en 1951 y fue uno de los actores más importantes en la conspiración montada por la Agencia Central de Inteligencia para derrocar al gobierno que la UFCO había marcado como comunista por haber tenido la osadía de meterse con la poderosa empresa frutera, afectando sus tierras ociosas. Testigos de la época relataban cómo ese “diplomático” fue una de las piezas clave de la Liberación, utilizando su influencia como “Decano del Cuerpo Diplomático” para armar reuniones en las que se conspiraba contra el Estado de Derecho.

Pues ahora tenemos otro “Decano” que actúa igual, con la gran diferencia que Verolino podría alegar que representaba correctamente a su jefe, Pío XII, el mismo Pontífice que en tiempos de la Segunda Guerra Mundial se negó a denunciar el terrible Holocausto, mientras que este Nuncio representa al Papa Francisco, apóstol de la humildad y de la decencia, quien no ha tenido pelos en la lengua para criticar a los corruptos dentro y fuera de su Iglesia.

Cuando uno lee lo que el Papa Francisco ha escrito y oye lo que ha dicho contra los corruptos y la necesidad moral de repudiarlos, tiene que ver la inconsecuencia de quien le representa en Guatemala al facilitar que en la misma sede de la Nunciatura se hagan reuniones para montar la agresión final contra la lucha contra la corrupción en Guatemala. Critican a los obispos que apoyan la lucha contra la corrupción, pero aplauden al “elegante Nuncio” que abre su palacete al esfuerzo por acabarla.

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