Alfonso Mata

Chiripazo, azar, predestinación o simplemente común. Lo cierto es que en estas tierras habitó un caballero llamado Juan de Dios Mayorga Lanuza, calificado en su tiempo “espíritu inquieto de discutibles ejecutorias” cuya historia de sus andanzas políticas se inició en el pequeño pueblo del Reino de Guatemala de nombre Metapán y sobre el cual el obispo Don Pedro Cortés y Larraz al estudiarlo lo calificó de “miserable territorio de gente vagabunda…y de pública voz y fama, de vicio de hurtar, en que vive en una soledad el indio.” A esa sociedad, don Juan fue a parar en sus andanzas por encontrar donde asentar cabeza, siendo originario y nacido en 1777 en Chiquimula.

Lo cierto es que a mediados de 1811 lo encontramos en Metapán, dueño de haciendas y otros negocios comerciales y sobre su nuevo hogar nos cuenta “escandalosas, públicas y perjudiciales eran las discordias entre vecinos, que formaban dos partidos, cuyos miembros querían sobresalir respecto de otros o mandar en el pueblo” y señala “este pueblo tiene la desgracia de morar en él un par de personas que están asociados con otros dos o tres de igual condición, como desde siempre que esta clase de gente se une por la unidad de la opinión y la identidad de sus costumbres… al punto de usurpar toda la pequeña autoridad del pueblo”. Pero resulta que en tal pueblo, nuestro don Juan llegó a ser el Administrador de la Real Renta de Correos y Receptor de Alcabalas y otras cosas más y como cuentan “varios de los vecinos caracterizados por su afán localista empeñábanse en echarlo del pueblo y especializados en el arte de arrojar del pueblo a los vecinos que no les acomodan… y con otros… han estado continuamente trabajando para echarle… como es público hicieron antes con otros tres curas”.

Finalmente los conjurados, encuentran el momento. La treta fue sencilla. Aprovechando los sucesos proindependentistas acaecidos en San Salvador en noviembre, se gesta proceso contra Juan de Dios y al final es tomado prisionero y trasladado a la cárcel y “pierde grandísima parte de sus haberes y enferma su esposa y él”. El cargo: acusado de sedicioso. Todo el proceso es digno de leerse y como dice Don Juan al defenderse “el vecindario generalmente desde que llegué, comenzó a hacer mérito de mi persona y a darme un lugar tan distinguido que obscurecía enteramente al de los tiranos”. Don Juan es condenado a prisión y luego de cumplir sentencia, desempeña la alcaldía ordinaria de Metapán, asciende en su carrera pública y termina jugando un papel protagónico ante el gobierno mexicano, en la definición de límites territoriales entre Guatemala y México. Otra historia fascinante, pero de otro tema, connotación y resultados.

Es posible que el 99% seguido de otros nueves, no conociéramos ni siquiera el nombre de este personaje tan contradictorio como lo es nuestra nación “envidia, egoísmo, intriga” pero como dijo hace mucho tiempo Clemente Marroquín Rojas, por ay de 1966, conocedor de la historia de Don Juan “La historia es necesaria, profundamente necesaria, para que un estudioso de los hechos sociales la comprenda mejor” A lo anterior solo quiero añadir las palabras del diplomático inglés Harold Nicolson que vivió por la misma época de nuestro Don Juan quien era conocedor de los escritos de éste “si obrando con absoluta buena fe, engaño a un ministro extranjero o si los informes subsiguientes contradicen lo que hubiera comunicado previamente, debe corregirse el error en el acto aunque pareciera conveniente dejarlo en pie de momento; incluso si juzgamos la negociación por sus categorías más bajas, es evidente que el hecho de corregir los informes inexactos, acrecienta el crédito presente y fortalece la confianza futura”. Y para terminar, no nos olvidemos las palabras del gran Feijóo “solo de un modo se puede acertar; errar de infinitos”. Sabia maestra es la historia, ignorarla es necedad.

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