Carlos Soto Pineda

Para que la ciudadanía de un país participe conscientemente e incida en la creación, consenso, desarrollo de las políticas públicas y su posterior auditoría, debe contar con más bagaje cultural, social, informativo y organizativo que solo las manipulables nuevas tecnologías de la información y comunicación, ahora que el manido recurso de las tradicionales “alegres” elecciones –montaje escénico mercantilista que deviene más en un rito, en un acto ceremonial para “solemnizar” este mito llamado Democracia, ritual mecanicista de votación más no de elección, “puesto en escena” cada cuatro años– ya no les es suficiente ni útil, recurren a la DEFENESTRACIÓN a medio periodo, cada dos años.

* Acá no se presentan alternativas, se vota por “el menos peor”, “contra el candidato oficial”, por el de la campaña publicitaria más cara, más “atractiva”, más “pegajosa”,; o –como decía el Presbítero José María Ruiz Furlán (“el Padre Chemita”)– “por fregar la pita”.
*
La población manipulable, sin conciencia de clase, a veces con instrucción pero sin educación ni cultura, “adiestrada”, “amaestrada”, “domesticada”, responde condicionadamente al estímulo repetitivo mediático, a las “campañas” rastreras en las redes sociales y de algunos de los autodenominados “medios alternativos” digitales y otros impresos de distribución gratuita que azuzan al “populacho” –como personalmente he oído que ellos llaman a la gente que recibe y hace eco de sus mensajes– para “conducirlos” al redil de los zombies con ciudadanía.

Gente adocenada que “encendida en patrio ardimiento” responde -“rasgándose las vestiduras” no importa si de paca o Guatemorfoseadas, poniéndose al servicio de manera consciente o inconscientemente de las directrices del poder fáctico, o de la “embajada”– a la estrategia del chisme, a la “tirada de piedra y escondida de mano”, a la propagación de “bolas” eternas ad libitum, presentando disertaciones y opiniones algunas para “compendios” de lamidez socio-política cachimbira y otras para llenar volúmenes, sobre la continuidad o no de la CICIG y de su Comisionado doctor Iván Velásquez Gómez.

No se debe “gastar pólvora en zanates”, a menos que se haga con la intención de constituir ese gasto, en un agente o medio de distracción; hacer eco de chismes sin fundamento es POLARIZAR más a la Sociedad…es desestabilización institucional…nos guste o no este gobierno.

Este, como todo en el accionar humano debiera ser, aunque sea utópicamente, un asunto de DIGNIDAD, de INDEPENDENCIA real de PODERES, y de SOBERANÍA, –que no debe quedarse solo como una palabra fósil– entendiéndose esta como la capacidad de un país de accionar de una manera coherente, dirigir, ordenar según los intereses que favorezcan a toda su población, mediante el consenso real, organizado, sin menoscabo de su dignidad, no solo la retórica democrática electorera.

No es posible negar la utilidad de la CICIG en la coyuntura nacional para visibilizar y exponer públicamente a ciertos personajes del entramado de la corrupción, para provocar un remezón en la política tradicional, pero solo he oído a una persona reconocer la labor de los auxiliares fiscales e investigadores del Ministerio Público en esta lucha contra la impunidad, guatemaltecos que con su sueldo en quetzales hacen “milagros”, expuestos en el transporte público o en su “pichirilo” para diligenciar las investigaciones y coadyuvar en el desarrollo de los procesos de justicia.

Un país, una sociedad sin soberanía nacional, sin dignidad, no tiene posibilidades de DESARROLLO.

Artículo anteriorSabíamos que no iba a ser fácil
Artículo siguienteJimmy, sí que representa…