Alfonso Mata

Aunque suele ser útil clasificar a las personas en «cajas» para definirlas y entenderlas mejor, es importante tener en cuenta que el ser humano es mucho más complejo y heterogéneo. Los perfiles son generalidades que ocultan cosas y señalan otras.

Entendemos que nuestros tatas -indican los millennials, crecieron luego de una gran guerra y experimentaron la abundancia de una sociedad en rápido desarrollo. Los avances tecnológicos, la urbanización, la proliferación de automóviles y la creación de suburbios, la apertura de mercados mundiales, tuvo profunda influencia en ellos. Ellos quisieron todo lo que sus viejos no habían tenido: una educación superior, una buena carrera y, sobre todo, la libertad que les permitiera olvidar, la difícil vida que vivieron sus padres.

Nuestros progenitores tuvieron mucho más opciones de vida -explican los milenios. Oportunidades excepcionales de trabajo. Más atención por los valores familiares (a pesar de los muchos divorcios en que incurrieron). Pero su vida se centró en el trabajo y en la valorización social, vinculada con la profesión, respeto a la autoridad y a la estructura jerárquica, sentido de pertenencia a la empresa, que consideraban su familia. Son idealistas antiguos, aunque viven como materialistas y en una relación ambigua con los valores tradicionales. Unidos a la familia, la mayoría ha deshecho su matrimonio. Son los instigadores de las reformas sociales, las rebeliones, claman por la libertad, quieren cambiar el mundo. Formaron sindicatos y ahora no saben qué hacer con ellos. Están divididos entre la rebelión y el poder. Son muy nostálgicos. Quieren mantener su juventud a toda costa (viva el botox y los estiramientos faciales y las cirugías reconstructivas…).

¿Qué nos legaron? una escasez de puestos de trabajo, de ahí que nos critican una actitud egocéntrica y sarcástica, ya que consideramos que trabajar tontamente, como clave para el cumplimiento, la apertura al cambio, no vale; vale la búsqueda de retos, la necesidad de aprender más, pues el salario no es la principal fuerza motriz.

Nosotros necesitamos desarrollar y experimentar, tener más deseo de participar en la toma de decisiones y fijación de metas de nuestra vida. Por lo tanto, desafiamos más la autoridad vista como el núcleo de la organización de una estructura jerárquica. Por consiguiente, la vida la tomamos con actitud refractaria a la autoridad por nuestro deseo de experimentar e innovar para triunfar, persiguiendo con nuestra búsqueda, la gratificación inmediata en todo.

Nos legaron también el multiculturalismo, la igualdad de género y la ecología. Una educación que nos indica “no busque un trabajo, sino desafíos”. Criticamos y cuestionamos la autoridad, pero a la vez somos más dependientes de nuestros padres, permanecemos más años en casa. “Vivir en el presente y por el presente” “no espere y no garantice la lealtad hacia lo que usted piensa”. “No quiero jefe, estoy centrado en mis propias necesidades.» Son los lemas que nos acompañan.

¿Qué nos provoca?: Consideramos anticuadas las transformaciones morales de nuestros padres, no conocimos un mundo sin sida, ni con comunismo y mucha religión. Lo que aprendimos, fue a crecer y vivir entre los medios de comunicación invasivos, que ellos crearon: la televisión, el teléfono móvil, Internet, la descarga de música, chat y reality, TV del género «American Idol» o » StarAcademy » y nuestra madre y padre “Google”. Por tanto, no es justo que se nos critique nuestra Individualización y valores centrados en lo que dice Internet, nuestro hiperconsumo e hipersexualización; que se nos reproche por ser poseedores de una noción borrosa del bien y del mal y se nos tenga malentendido nuestro concepto de puntualidad, marcas tradicionales de cortesía, vestimenta, odio y aversión a la rutina, necesidad continua de retroalimentación, deseo de evolucionar dentro de un ambiente colegial, falta de desarrollo del trabajo en equipo. Ustedes fueron una generación revoltosa, estimulados por drogas y alcohol, el rock and roll, jazz, beatniks, hippies, la protesta, la revolución tranquila y violenta. En eso no fueron diferentes a nosotros.

Por lo tanto, no es justo que piensen que somos una generación incapaz, que se queja, que teme trabajar duro y que está obsesionado por el estatus, más interesada en mostrar un selfie en las redes sociales, que haciendo algo útil. Somos el producto de sus sueños, con sus fantasías y pesadillas.

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