Raymond J. Wennier
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Los padres de familia son, quieran o no, los primeros maestros de sus hijos. Son ellos y las otras personas significativas en la vida de los niños, quienes enseñan y modelan por sus acciones, el significado al término ÉTICO. El comportamiento observable de ellos, demuestra la diferencia entre lo correcto y lo equivocado en cada instancia de la vida dentro de la familia y fuera de ella.

Tal vez el mismo censo de población nos dirá con mayor exactitud, lo que hoy se dice: que el cincuenta por ciento de las familias son disfuncionales o desintegradas. Si es así, ¿cómo es el modelo de los comportamientos observados por los niños?

En enero de este año, el Ministerio de Educación publicó las siguientes estadísticas: 1. Entre los niños, niñas y adolescentes, dos millones quinientos diez y ocho mil doscientos cuarenta y nueve (2,518,249), se quedaron fuera del sistema educativo en el 2016. 2. El grupo de mayor ausencia, novecientos mil (900,000) en asistir a la escuela, fue el de los adolescentes entre los diez y seis y los diez y ocho años de edad. Precisamente los que próximamente saldrán a formar parte de la fuerza de trabajo.

¿Dónde reciben la información en relación a la ética? ¿En casa en familias disfuncionales o desintegradas?

Los maestros de escuelas e institutos educativos, son los segundos maestros de los niños. Son ellos quienes tienen que enseñar por ejemplo, los valores; base de las acciones éticas de las personas. Pero si estas acciones están ausentes de las escuelas e institutos, tenemos a lo largo de los años, a miles y miles de jóvenes y adultos ejerciendo alguna ocupación sin haber observado un comportamiento que enseña la ética.

El tercer maestro de los jóvenes es el ambiente en que se mueven. Es el mundo ejemplificador, las personas, quienes le van a enseñar el significado de la palabra ética en situaciones muy puntuales. Aquí, más que nunca se verán los comportamientos que demuestran si las personas están conscientes, si tienen el conocimiento interior del bien y del mal. Desde este último punto en adelante, dependen las acciones de las personas. Eso quiere decir que aprenden de los modelos de comportamientos visibles, de otras personas.

Está en el tapete el tema de la corrupción que básicamente es el resultado de no tenerse respeto a sí mismo ni a las otras personas. Tal cosa significa no ser honesto con sí mismo y que se ha puesto la consciencia en un segundo nivel. No hay reflexión sobre lo que es un comportamiento correcto y uno equivocado. ¡Es ceguera interna!

Hay dos excesos que básicamente crean el caldo de cultivo de la corrupción. Uno, es tener el deseo, siglo actual, de tener, conseguir, obtener más cosas materiales. El “barril sin fondo”. El segundo es la estructura burocrática de las instituciones públicas y privadas que propician un comportamiento equivocado de las personas que las manejan. De nuevo la consciencia y la ética han sido puestas en un segundo lugar.

Si en casa no hay un buen inicio, en la escuela no se continúa y en la sociedad no se practica un buen modelo de comportamiento correcto, sea la razón que sea, ¿qué esperamos después?

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