Jorge Mario Andrino Grotewold
* @jmag2010

“Superar la división entre las culturas es urgente y necesario para la paz, la estabilidad y el desarrollo.”
-ONU-

La Declaración del 2 de noviembre de 2001 de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura -UNESCO- sobre la Diversidad Cultural, promovió que la Asamblea General de la ONU en el año 2002 estableciera el 21 de mayo como el Día Internacional de la Diversidad Cultural para el Diálogo y el Desarrollo, mediante su resolución 57/249.

La citada Declaración reitera que la cultura debe ser considerada como el conjunto de rasgos espirituales, materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a un grupo social, y que las artes y las letras, los modos de vida, las maneras de vivir juntos, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias, son parte de esa cultura. Esta manifestación de la UNESCO tiene un sentido extraordinariamente importante en países como Guatemala, donde existe una riqueza cultural inmensa, plenamente identificada y reconocida, no sólo por la historia, sino también por la Constitución Política de la República y las interpretaciones de ésta, realizadas durante años por la Corte de Constitucionalidad. Adicionalmente, Guatemala es signataria de todos los instrumentos internacionales que reconocen y protegen los derechos culturales y a la cultura en general.

Sin embargo, y a pesar de todo un esfuerzo por hacer comprender a la sociedad, nacional e internacional, sobre la riqueza que puede tener esta diversidad cultural, algunos todavía la consideran una amenaza, una debilidad e inclusive se resisten a un reconocimiento pleno, no solo de sus derechos, sino de la necesidad que se tiene de interactuar entre estas culturas, para que reine una armonía, una paz y que el desarrollo se alcance con equidad para tod@s.

Al respecto, el instrumento internacional menciona que dos elementos que se consideran indispensables de tomar en cuenta, para cualquier país, pero en especial para uno como el guatemalteco. El primero tiene que ver con que la diversidad cultural y su respeto se convierten en un imperativo ético para alcanzar a vivir en dignidad por todos y cada uno de los pueblos. El segundo es el hecho de que la diversidad cultural, constituye un indicador claro del desarrollo de los países, lo que involucra elementos económicos, sociales, jurídicos y políticos. Se resume a que si la sociedad en su actuar y decoro moral, acepta y promueve los factores de diversidad cultural, tendrá una mejor posibilidad de encontrar niveles de desarrollo integral.

Sin embargo, para el caso de Guatemala y de otros países con similares circunstancias de diversidad cultural, los estudios económicos y sociales de subdesarrollo apuntan a que las comunidades originarias padecen de una inequidad en el ejercicio de sus derechos, en la prestación de sus servicios básicos y en los modelos sistémicos del Estado, como la justicia, la economía y el orden jurídico. Una notoria discriminación invade dichos pueblos, por razones de raza, lo que hace evidente la conflictividad y la ausencia de esa paz tan anhelada por todos y cada uno de sus habitantes.

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