Adolfo Mazariegos

Mucho se ha dicho y especulado acerca de cuál podría ser el papel de América Latina en el nuevo contexto internacional, partiendo de cuán prioritario sea este en el marco de la política del actual presidente de Estados Unidos, el magnate Donald Trump, quien, con índices bastante bajos de popularidad, recién cumplió sus primeros 100 días al frente de la Casa Blanca. Ciertamente, no puede decirse que América Latina haya sido en el pasado reciente una verdadera prioridad para Estados Unidos, pero ese hecho, (exceptuando el discurso que será ofrecido esta semana en Washington por el Secretario del Departamento de Seguridad Nacional en donde se espera aborde el tema de los objetivos de Estados Unidos para Centroamérica), ha sido más que notorio en el discurso y en las acciones políticas del presidente Trump, cuya retórica sigue centrándose (a pesar de los reveses que varias de sus intenciones han recibido reiteradamente en un plazo bastante corto), en temas como la construcción del muro en la frontera que comparte con México y la cuestión de la inmigración a territorio estadounidense. Su actitud proteccionista y su política de deportaciones ha generado un clima de intranquilidad para miles de latinoamericanos que viven en alguna parte de la Unión Americana, y que empiezan a padecer, inclusive, actitudes y acciones racistas y discriminatorias que ahora parecieran ir exacerbándose e incrementándose continuamente. Sin duda, ello tendrá algún efecto en la mayoría de países latinoamericanos (si no en todos). La ausencia o inexistencia aún -por ejemplo-, de un Secretario de Estado adjunto para América Latina, dice mucho, y hace suponer una falta de interés en el tema que, asimismo, se constituye en una suerte de interrogante que simplemente mantiene en el aire la idea de lo que quizá podría venir para Latinoamérica en materia de una posible cooperación hemisférica y, cómo no, algunos otros asuntos de relevancia para el continente. Indudablemente el presidente Trump ha cambiado su actitud, le ha bajado revoluciones a su discurso en algunos temas, pero mantiene varios de sus ofrecimientos iniciales que hacen mantener la expectativa y la incertidumbre en virtud de que no se puede predecir o aventurarse a especular cuál es el verdadero rumbo que seguirá en adelante. En el marco de la geopolítica, aspecto que puede aprovecharse inclusive partiendo de lo puramente comercial, existen otros actores (particularmente asiáticos) como China, que pueden aprovechar a su favor esa especie de limbo en la que parecieran moverse las cosas en este momento. No hay que olvidar que el gigante asiático, a pesar de la desaceleración actual de sus inversiones en el continente, ha sido el mayor inversor en América Latina durante los últimos años con más de 90 mil millones de dólares, y eso…, es algo que también dice mucho, sobre todo, dada la actual coyuntura global.

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