Cada vez que parece que la sociedad, dejada y olvidadiza como es la guatemalteca, voltea a ver para otro lado, los diputados nos hacen el favor de recordarnos que siguen allí y siendo la misma clase politiquera y negociadora, encargada de ponerle precio a sus votos.

No basta con que han parado en la cárcel algunos de ellos por haberse robado hasta el dinero de las plazas; otros que han sido los que insisten en utilizar una plaza de legislador para detener momentáneamente la persecución penal en su contra o, los más, que son borregos que le ponen precio a su voto y que no tienen temor en ser parte de los bochornos que cometen con actos de niños de colegio o con discursos vergonzosos.

Todo esto se da en momentos en que se están cumpliendo dos años de que la sociedad supo de aquel Caso La Línea. Ni siquiera había renunciado la señora Baldetti y la sociedad empezaba a levantarse para hacer presencia en la plaza a pedir que se terminara la corrupción.

Muchos creen que se hizo un “gran logro” y que Guatemala cambió. Hay asociaciones que se sienten contentas porque ahora los congresistas “revisan Twitter” y asumen que con eso ya se ha logrado un cambio.

La verdad es que estamos representados por personajes con cuero de danta que aguantan con cualquier denuncia en su contra. Los únicos que les han generado ronchas, son el Ministerio Público y la CICIG con la persecución penal.

Y esa es la clave. Porque en el 2015 la sociedad reaccionó y salió a las calles, pero los políticos renunciaron por saber que la orden de captura en su contra ya venía. Ellos no estaban con el temor de que la plaza se llenara. Simplemente, se fueron porque las órdenes ya estaban emitidas.

Lastimosamente la sociedad no pudo dar ese paso para ser el actor principal de demostración de hartazgo durante la crisis. El mismo sentimiento de que el cambio se logró, ha hecho que el descaro siga siendo utilizado por estos personajes.

Es una verdadera pena que cada día tengamos en nuestro Congreso las muestras de la dejadez, la transa, el desprecio a lo importante y el irrespeto a las necesidades que tantos guatemaltecos enfrentan.

Está integrado nuestro Organismo Legislativo por la peor clase de políticos que podríamos tener y no parece que a nivel de la sociedad y la ciudadanía haya gente dispuesta a manifestarles del desprecio que se merecen. Diputados que usan la institucionalidad como parapeto para seguir haciendo micos y pericos.

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