Por bernardonayosolareserre

No exagero si afirmo que Mario Taracena perdió la última oportunidad de su vida para brillar como el político que muchos creíamos que era. Lo expreso así, porque la mayoría de la gente no tuvo antes la oportunidad de conocer de cerca sus actuaciones, sino hasta que en mala hora las fuerzas “oscuras” de la intervención extranjera lo apoyaron para que desempeñara uno de los cargos políticos más relevantes del país. ¡Y la regó!

Sí, la regó, porque de haber desempeñado bien su papel, no solo se hubiera mantenido en el cargo, o por lo menos en la curul, sino que se hubiera catapultado a una mejor posición, como dirigente y como funcionario, o como dignatario. Hoy me atrevo a apostar que no habrá partido político que lo quiera tener en sus filas, pues no solo se ganó antipatías en el campo de los partidos, sino puso por lo muy bajo la dignidad de su investidura.

Todo esto viene como preámbulo al comentario que me nace hacer al respecto de una breve entrevista que el diario La Hora le hizo, el sábado 25, al decano de los diputados: Arístides Crespo Villegas.

El representante escuintleco reconoce que es difícil resistir las presiones que atribulan no solamente a los diputados rasos, sino a los integrantes de la junta directiva del Congreso, particularmente en lo que se refiere a conseguirle trabajo a correligionarios y a mucha otra gente necesitada. Es bueno de su parte aceptar que este fenómeno afecta a todos los parlamentarios.

Pero creo, sin embargo, que lo más relevante es la comparación que Crespo Villegas hace de su caso con el del también representante Mario Taracena, quien fuera absuelto de cargos por un tribunal superior, la CSJ, luego de ser sindicado y demandado por las mismas ilegalidades en el desempeño del cargo de presidente.

Crespo Villegas apela entonces a la igualdad de la ley, amparado precisamente en el artículo 18, literal ‘k’, de la Ley Orgánica del Congreso. Cito: “Es facultad del presidente nombrar, remover y trasladar al personal del Organismo Legislativo que le corresponda”.

¿Por qué a Taracena se le eximió de tal responsabilidad? Si fue de conocimiento público el abuso que este cometió con los nombramientos, especialmente con el de “los peludos” achichincles de doña Sandra Torres.

Comparado el desempeño de Crespo con el de Taracena, creo que Crespo es ampliamente ganador, pero sucede que los poderes tras bambalinas son los que tienen capacidad de mover el fiel de la balanza. ¿Entonces? Entonces creo que Escuintla tiene derecho de demandar una justicia justa y no selectiva. O todos hijos o todos entenados. ¡Cabrones!

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