Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82

Se dice que los congresistas son los padres de la patria y los representantes del pueblo, y la gran mayoría de guatemaltecos dicen que no se sienten verdaderamente representados en el Congreso, pero lo que sí es innegable es que nuestro Legislativo sí representa los grandes vicios y problemas que tenemos como sociedad.

Tenemos el país en las condiciones actuales porque , entre otras cosas, no le entramos al fondo de los problemas torales. No abordamos las causas de la pobreza, de la marginación, de la falta de oportunidades, de la impunidad, de la corrupción y un largo etcétera.

Y de la misma manera, no abordamos los vicios que hacen que tengamos un Congreso como el actual que ha seguido los patrones del pasado. Tenemos a uno de cada seis diputados con antejuicio y lo vemos tan normal como las muertes que nos aquejan a diario.

Tenemos un Congreso sujeto de depuración porque no abordamos el problema del financiamiento electoral y cómo es que eso les permite acceder a casillas de poder. No hablamos de cómo es que los partidos se han convertido en máquinas de hacer dinero al subastar las casillas para diputaciones y alcaldías a lo largo y ancho del país y por eso es que al hemiciclo llega la gente que llega.

No abordamos el poder que los diputados obtienen a través del Listado Geográfico de Obras porque las plazas fantasma son las que dan para los chicles. El famoso Listado Geográfico de Obras es la fuente de riqueza para muchos y paradójicamente, es la razón (en parte) de la pobreza para aquellos que deberían de recibir los caudales de inversión de un Estado que debería privilegiar el desarrollo humano; esos fondos se quedan en las capas de arriba del tejido social y son pocos los fondos que llegan a la gente en formas, maneras y proyectos que favorezcan su desarrollo integral.

Y el amasar fortuna termina siendo posible porque desde el mismo Congreso se han asegurado de controlar el sistema de rendición de cuentas, en otras palabras, a la Contraloría General de Cuentas que es un elefante blanco del que los negociantes no hablan a propósito.

Hasta el 2015 ese glorioso pastel estaba coronado por un MP y una CICIG que se hacían de la vista gorda con relación a los casos de corrupción, y por eso es que ahora los diputados no quieren ni entrar a conocer la reforma al sector justicia porque estiman que «tocar» la estructura (a pesar de que ya le metieron mano a la reforma), los puedeo poner en más riesgo.

Y el grave problema es que siendo el Congreso el epicentro del que debería emanar la reforma integral del Estado, no hay tales de opciones optimistas a futuro porque la sociedad alza la voz (en redes sociales) para ir atajando algunos goles, pero no se genera lo suficiente para forzar un cambio.

Esgrimiendo diferentes razones superficiales, hay un miedo a los cambios y eso se ha traducido en que sigamos igual, si no es que peor que antes, porque estar en las mismas condiciones post «la era del cambio» es una pésima señal del rumbo que sigue llevando Guatemala.

Los diputados capturados ayer hicieron todavía un intento por recetarse un salvoconducto de último momento, pero no lo lograron por las voces que estuvieron alertas en el momento preciso.

Y si se han logrado detener algunos goles, imagina usted lo que como ciudadanos podríamos lograr si nos decidimos jugar nuestro papel como Dios manda. Sin cambios, los hechos de los últimos días que nos han parado el pelo y que sobretodo, han enlutada a muchas familias, seguirán siendo el pan nuestro de cada día y eso no puede ser el futuro que le estemos ofreciendo a nuestros hijos.

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