Ayer el Procurador de los Derechos Humanos explicó el porqué la tragedia en el Hogar Seguro Virgen de la Asunción se considera un crimen de Estado y, específicamente, de un Estado fallido.

Jorge De León Duque planteó cómo es que las instancias que tenían que haber ejercido distintas funciones y después de haber gozado de múltiples oportunidades de resolver los agravios, amenazas, abusos y explotación de los que eran víctimas las menores, fallaron abandonándolas y, peor aún, aparentemente castigándolas de manera irracional.

Hay en redes sociales una discusión sobre la responsabilidad de los padres de familia que no tienen la capacidad de ejercer su potestad sobre los hijos.

Se van conociendo los detalles sobre los hechos y no deja de generar mucha preocupación los roles que jugaron desde el Presidente de la República, los funcionarios de la Secretaría de Bienestar Social de la Presidencia, autoridades del Hogar y los mismos agentes de policía.

No nos cabe duda que hay una serie de errores que se cometieron hasta llegar a la terrible tragedia que tanto seguimos comentando y que, ojalá, siga siendo motivo de profunda reflexión y acción a favor de nuestra juventud.

Pero lo más dramático es que esa situación que el mismo PDH ha denunciado, se refleja en otras tantas áreas en que la atención y presencia institucional del Estado es muy deficiente o, muchas veces, hasta actuando maliciosamente en contra de los ciudadanos.

Por favor, en lugar de simplemente atacar al Procurador por sus declaraciones, sometámonos a un profundo examen de conciencia sobre el rol del Estado para conseguir ese Bien Común que termina siendo el verdadero fin para el que nos organizamos.

Somos un Estado fallido al no poder presentar soluciones a situaciones de elemental necesidad de funcionamiento de la administración pública y del colectivo social para el beneficio ciudadano.

Si el trágico hecho que estamos viendo hoy en día se afianza como algo normal, de la manera en que muchos del gobierno y la Procuradora General de la Nación quieren plantear, habremos perdido una oportunidad de volver a discutir, con la indignación que merece, la necesidad de refundar Guatemala.

Ayer, nuevamente, una conferencia en la que el drama de estas adolescentes tendría que haber sido el tema central, el Presidente habló de carreteras, de las presentaciones del Ministro de Finanzas en que él se duerme y de lo bien que, solo para él, están los hospitales. Rodearse de lambiscones no hace que las cosas estén bien y lo urgente es entender que el Estado, en efecto, está fallido.

Artículo anteriorEn medio de un terrible drama familiar
Artículo siguienteCancelan miles de vuelos en EE. UU. por tormentas