Alfonso Mata

El repetir que la violencia existe desde los albores de la humanidad, se suele referir como específica a nosotros. El concepto de la violencia se reserva al hombre, el cual es capaz de desarrollar el asalto físico y psicológico, más allá de las necesidades de supervivencia simples. Este concepto no tiene lugar en el reino animal, donde se aplican los conceptos de conducta agresiva y hostil. La violencia está respaldada por la intención de molestar, abusar o simplemente destruir por la fuerza física, mental o emocional, aunque a veces la intención permanece velada, lo que puede sugerir una violencia «gratuita”. El miedo, el dolor, la depredación, el sexo, la defensa de un territorio real o virtual o la frustración, son parte de la cadena causal y, a menudo inconsciente que lleva a la violencia.

Trastornos en la biología y la conducta, como causal de la violencia, han sido considerados desde hace mucho tiempo pero aun es imposible ante una persona determinada decir hasta qué punto eso es genético y hasta qué punto otros factores ambientales son la causa de su conducta antisocial.

Lo que si no cabe duda es que en un país como el nuestro, lleno de inequidades e injusticias que afectan los potenciales humanos biológicos y sociales, la conducta antisocial es en gran parte la protesta inconsciente contra una estructura intolerable de la sociedad y consecuencia de los efectos intolerables de los defectos e impotencias, a que se ven sometidos grupos marginales y marginados. No cabe duda que ambiente y herencia participan y cooperan en la violencia, pero desconocemos en dónde y cómo se rompe ese equilibrio para producir grados de violencia (la desnutrición ¿puede ser un factor desequilibrante?) por lo que no puede darse un criterio decisivo sobre la causalidad biológica (¿genética?) y ambiental y a raíz de eso, existen las inevitables controversias públicas y académicas sobre el tema.

De parte de la medicina se sabe que un error o un cambio minúsculo genético, puede causar cambio y enfermedad pero a su vez se conoce que los sistemas nervioso, inmune y hormonal, los sistemas de control del organismo, en cierto modo y gracias a su flexibilidad en reacción, pueden responder a una amplia gama de situaciones del cuerpo y de la mente y nadie jamás, ha podido proporcionar una descripción clara y simple del control genético de este sistema y de su influencia sobre el pensamiento y la conducta y por lo tanto, de hasta dónde está determinada la conducta antisocial en lo genético, lo que sí sabemos, es que después de nuestro primer llanto, ninguna función humana está enteramente determinada por los genes; todo aspecto de la conducta infantil y del adulto, está basada en un sistema nervioso determinado genéticamente, determinación que cubre sus principios de funcionamiento y su estructura, pero los detalles específicos de la conducta, dependen completamente del ambiente cambiante. La coordinación neuro-orgánica que desarrollamos, la edificamos sobre los cimientos genéticos a través de muchos años de práctica y fuertes motivos para destacar. De tal manera que los genes aportan la maquinaria neuronal para que hombre y animal puedan aprender a partir de indicios y situaciones ambientales y modos de conducta, que le ayudan a sobrevivir, pero los detalles del comportamiento, dependen de la invitación de los padres y del medio social, luego la conducta violenta, es una conducta aprendida.

De tal manera que esa estructura neuronal, independiente de lo que se vaya a aprender, se desarrolla mucho antes de un ambiente o condición conocida y lo que hace, es asegurar que ese aprendizaje se haga fácilmente y de por resultado una respuesta eficaz adecuada a los requerimientos sociales. Cabe entonces preguntarse si una mente-cerebro como la nuestra, evolucionada por generaciones para enfrentarse a elementos sociales adversos para la supervivencia y desarrollo de potencialidades, demanda de la violencia más que de la vinculación relacionada con amor, lealtad, admiración, respeto, amistad, simpatía. Agresión y vinculación interactúan, cerebro y mente evolucionan no para su propio funcionamiento sino para facilitar la supervivencia en un mundo plagado por antagonismos lo que nos puede indicar que en parte la violencia es consecuencia de las injusticias sociales, de la desventaja de la marginación cultural. Lo que parecen indicar los estudios, es que la herencia es un factor importante social, cuando esto se reproduce por generaciones, en toda conducta de importancia social.

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