Alfredo Saavedra

Hace algunos años, en un municipio de Río de Janeiro, Brasil, durante un proceso electoral para elegir alcalde, ante la postulación de candidatos que un sector de la población consideraba ineptos para desempeñar el cargo, los ciudadanos decidieron postular un cerdo para esa función. La foto del marrano (un distinguido animal del lugar) fue circulada entre los votantes y ¡albricias! ¡el coche ganó las elecciones! En todo caso culpa del electorado y no del pobre animal, inocente en todas las instancias, aunque no lo son otros “animales” en estos días en ejercicio de la presidencia de sus respectivos lugares. En su momento, la anécdota del chancho circuló como noticia internacional, lo que confirmó su veracidad.

En la actualidad parece que en el mundo hay una crisis deficitaria para encontrar gente con capacidad y sobre todo cordura, para ocupar posiciones de responsabilidad como la presidencia de un país o una nación. El caso de los Estados Unidos “la primera potencia mundial” lo demuestra de sobra en este momento. Llegó a la primera magistratura de esa nación un individuo que ha sido descalificado de manera contundente. Donald Trump, un asno de oro, que según estadísticas tiene tanto dinero que podría resolver la pobreza de 30 millones de familias, fortuna que en su servicio puede alcanzarle para vivir, con los lujos que tiene ahora, hasta el Día del Juicio Final.

Pero además de burro es un sinvergüenza de tomo y lomo y sus excentricidades han sido recogidas por la prensa, formando ya una antología. Por cierto que son excentricidades que no hacen ninguna gracia y que más bien se documentan como formas de delito, como en el caso de una dama que viajaba en el mismo avión en el que viajaba el millonario, quien sin decir ¡aguas va! le metió una mano adentro de la blusa y le estrujó los pechos. Otro acto de excesivo abuso fue cometido contra la periodista canadiense Natasha Stoynoff, quien cuando lo entrevistaba durante su candidatura, se le abalanzó y al forzarla le metió la lengua en la boca (beso a la francesa), pero se la insertó hasta adentro de la garganta a punto de asfixiarla. Como dicen que Trump es la encarnación de Satanás de seguro que tiene una lengua kilométrica, lo cual es comprobado porque además es un experto “lenguaraz”.

Son muchos los estadistas, sin agraviar al local, más que excéntricos lo que tienen es una locura de manicomio, si no véase el caso del recién derribado dictador Yahya Jammeh de Gambia, África, quien no hace mucho aseguró que la enfermedad del sida se curaba comiendo bananos mientras se rezaba una oración, no se sabe en qué religión. Aseguró el año pasado que “gobernaría durante mil años”, pero la semana pasada huyó en un avión cargado con varios quintales de dólares, con lo cual resulta que de loco tenía muy poco y sí en demasía le sobraba lo de un redomado ladrón.

Por otra parte, el presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, declaró a la prensa que en septiembre del año pasado “oyó la voz de Dios, quien le dijo que no fuera tan malcriado”, por lo que prometió al Creador que ya no lo sería. Recuérdese que insultó públicamente al presidente Obama, al decir, con la palabra correspondiente, que el gobernante estadounidense era hijo de una practicante de la profesión más antigua del mundo. Lo que se le olvidó a Dios fue pedirle que detenga la masacre extrajudicial de drogadictos, que ha prometido continuar “como Hitler lo hizo con los judíos”, según su declaración reportada por la BBC en español.

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