Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Ayer la ciudad vivió un caos en materia de tránsito porque no hubo capacidad de manejar adecuadamente la afluencia de vehículos que provocó la presencia de un conferencista extranjero que vino a instancias de un grupo evangélico. Todo se alteró, con miles de citas que debieron cancelarse y, por momentos, la saturación de la red de celulares provocada por la enorme cantidad de llamadas que hacían los automovilistas para comunicar que se encontraban atascados, literalmente, en medio de miles de autos que no llegaban a moverse.

El malestar de la gente se podía percibir en las redes sociales y en las expresiones de quienes lograban comunicarse con amigos, clientes o familiares, al punto de que uno piensa que si la idea era convertir en protestantes a algunos, en realidad lo hicieron con cientos de miles que no solo protestaban, sino que echaban sapos y culebras con justificada razón.

Pero más allá del fenómeno ocurrido ayer, y que ojalá no se repita hoy cuando el invitado realice eventos en la zona 10, lo cierto es que esa pesadilla que vivieron tantos automovilistas es apenas una muestra de lo que nos espera por la absoluta ausencia de planificación a lo largo de los últimos cuarenta años en el Municipio de Guatemala, no solo en temas de transporte sino que en todo lo que tiene que ver con la gestión en una ciudad con la cantidad de habitantes que tiene la capital de la República. Porque cada día se incrementa la cantidad de vehículos que circulan sin que nadie atine más que a hacer pasos a desnivel que, está probado, no resuelven el problema porque si bien pueden descongestionar un crucero, quienes lo utilizan se van a topar a pocos metros con otro cuello de botella de los tantos que hay en el área citadina.

Mientras no dispongamos de eficientes métodos de transporte colectivo que, además, ofrezcan seguridad a los usuarios, la gente tendrá que seguir haciendo cualquier esfuerzo para comprar un automóvil que engrosa el ya elevado número de vehículos en circulación. La cantidad de motos que ya hay constituye un serio problema, sobre todo por la anarquía existente toda vez que nunca se obligó al cumplimiento de la norma que impedía que circularan en zigzag metiéndose entre las filas de automóviles, muchas veces golpeándolos, al punto de que en poco tiempo veremos en Guatemala escenas como las que uno encuentra en YouTube sobre el tráfico en algunas ciudades asiáticas donde el caos es absoluto.

Con el dinero que se les regaló a los dirigentes del transporte urbano, tanto en subsidio como con el pisto del Transurbano, se pudo haber financiado un moderno y eficiente sistema de transporte que circulara tanto en superficie como de manera subterránea, pero sabemos que esos fondos eran para financiar no solo corrupción sino el clientelismo que ha permitido una y otra vez reelecciones para convertir al municipio, igual que en el caso de Chinautla, en un verdadero feudo.

En uno o dos años veremos que lo ocurrido ayer se repite uno y otro día porque no alcanzan las vías para tanto auto y no hay visión ni talento para planificar seriamente.

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