Lic. Douglas Abadía C.
douglas.abadia@gmail.com

El año 2017 empezó con altos índices de delincuencia común y organizada en nuestra ciudad capital, ese fenómeno no tiene nada de nuevo, por el contrario, hemos ido perdiendo sensibilidad y solidaridad al observar o enterarnos del fallecimiento de una persona por motivos de delincuencia, desde un ladronzuelo de billeteras, hasta un intelectual de cuello blanco.

Lo novedoso de este mes y medio que llevamos transcurridos del año 2017 es el hecho de que la población se ha enfrentado tanto a lo individual como en manera colectiva a los amantes de lo ajeno.

Hemos sido testigos del acontecer nacional a través de noticias impresas, digitales, televisivas y radiales de los recientes enfrentamientos entre la población decente, trabajadora y honesta de nuestra Guatemala, personas que con su esfuerzo contribuyen a forjar a nuestra amada patria; y los holgazanes que a diario salen a las calles a despojar a través de una pistola o en el nefasto y cobarde delito de las extorsiones.

En repetidas ocasiones he planteado el surgimiento y fortalecimiento de una población aburrida, desgastada, inmersa en la frustración del diario vivir; nuestra población a lo largo de su existencia ha sido dócil, manipulada y sobre todo hemos sido una sociedad que sobre la bota que oprime coloca su cuello en un ejemplo de total subordinación y dominio hacia los poderes tradicionales y emergentes de este país.

Además, cabe mencionar que estamos enfrentando un fenómeno que posee dimensiones infinitas, estamos en la antesala del surgimiento de grupos organizados que pretenden defender su territorio de cualquier delincuente o grupo delincuencial motivados en parte por lo agudo del problema delincuencial y sobre todo de la sobreprotección de los derechos humanos que resguardan al victimario en detrimento de la víctima.

Al ser Guatemala poblada excesivamente por religiosos de doble moral, el principio de la razón de justicia se encuentra profundamente enraizado en las mentalidades de nuestra gente.

Esta idea se sustenta por un lado, por fundamentaciones religiosas, cuya máxima expresión se encuentra en el Antiguo Testamento, como puede ser la Ley de Talión: «Vida por vida, ojo por ojo, diente por diente»; también cabe destacar desde fundamentaciones religiosas, que las penas deben tener como base la necesidad de expiación. En definitiva, el castigo supremo siempre ha estado presente en la sociedad.

De lo que estoy seguro es que cada día en nuestra Guatemala seguirá privando el baño de sangre entre habitantes de nuestra población, las personas honestas se encuentran hasta el tope del diario vivir, han decidido organizarse para combatir los flagelos de la agobiante delincuencia.

No soy partícipe de la generación de odio entre nuestros semejantes, pero por otro lado pienso en el dolor interminable de las familias guatemaltecas que han perdido o perderán a un ser amado como consecuencia de los embates de la delincuencia; nada garantiza que el luto pueda abrazarnos tanto a usted estimado lector como a su servidor.
Sí, a la pena de muerte.

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