Carlos Soto Pineda

Parece que la vida está dando otra oportunidad, espero alcance el tiempo y sirva no para eximir responsabilidades –por no decir culpas–, sino para atenuarlas por lo hecho y dejado de hacer.

En atención a esa oportunidad desde hace exactamente once meses con veinte días, comparto y departo con gente joven guatemalteca comprendida en el rango de los veintiuno a treinta años de edad, de clase media, situadas ahora ahí producto de la movilidad social descendente, –»sus abuelos vivieron mejor, sus padres peor que sus abuelos pero mucho mejor que ellos»–… y así las cosas si no se suscita un cambio radical de actitud, sus hijos vivirán peor, percibiendo su situación entristecedora, su «crisis existencial», su conflicto hasta de sobrevivencia.

La mayoría de ellos si bien les va tienen trabajo remunerado en «call centers» o como empleados de corporaciones del Estado que fueron privatizadas o en empresas privadas de capital transnacional; cuyas aspiraciones por ascender de puesto y salario están truncadas por haber colmado el vértice ocupacional en el nivel acorde a sus capacidades y/o grado académico.

Trabajadores sujetos a la flexibilidad laboral y toda la zozobra que ello implica; con otra característica compartida, que ninguno practica deporte.

El grupo completo (15 jóvenes), con estudios terminados de bachillerato y algunas de secretariado, egresados la totalidad de colegios privados, ninguno de institutos públicos, todos con historial de ingreso en la Universidad (al menos estuvieron inscritos) y de deserción de alguna escuela o facultad de la misma, pero contadísimos los que continuaron sus estudios superiores y uno que otro con 13 (trece) años ininterrumpidos de asistir a la Universidad Estatal (en una carrera con pénsum de cinco años), «sacando» cursos, aprobándolos poco a poco; en los que veo más intensidad de frustración y ansiedad, paradójicamente son los que «lideran» esa evasión de la realidad y rehúyen la búsqueda de nuevas formas de superación a largo plazo.

Los observo y «siento» su futuro, si es que lo tienen, anquilosado, su insatisfacción, su conformismo; oigo y leo sus conversaciones, su búsqueda de la excusa en común para «armar» el próximo «chupe»; para convencer y juntar al mayor número de «cuates» y rentar una casa en el puerto para el «finde» y dividir la alquilada entre todos y darle rienda suelta a Baco –o mejor escribo Dionisio para contextualizarlo y reforzar la interpretación de elusión y evasión, en este caso no fiscal sino de la realidad–, y así hasta «estirar» la próxima quincena.

El calendario solo es útil para contar los días que faltan para la fecha de pago, el día que depositan, y/o encontrar el feriado que pueda formar «puente» y así «volarse» una noche en Tecpán, un día en Pana y dos en San Pedro.

¿Será inmovilidad tónica o solo están jugando el reto del mannequin challenge que el sistema, esta sociedad perversa y las circunstancias les imponen?…

¡Preocupante!

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