Luis Enrique Pérez

El Presidente de la República, Jimmy Morales, declaró que antes se necesitaba mucho dinero para ser presidente; pero que “hoy cualquiera puede llegar a ser presidente” si se lo propone y “lucha” por serlo. Interpreto que, en esa declaración, estaba implícito un argumento similar a éste: “Yo no tenía mucho dinero; pero me propuse ser Presidente de la República, y luché por serlo, y lo logré. Por consiguiente, soy un ejemplo de que cualquier ciudadano, aunque no tenga mucho dinero, puede, como yo, llegar a ser presidente.”

La cuestión esencial, empero, no es que cualquier ciudadano pueda ser o no ser Presidente de la República, sino que sea o no sea apto para ejercer el poder presidencial; y esa aptitud es independiente de la abundancia o de la escasez de recursos para financiar, lícitamente, una campaña electoral presidencial. Pretendo decir que no hay correlación entre aptitud para ejercer el poder presidencial, y cantidad de dinero lícitamente asignada en una campaña electoral, para ganar ese poder.

Y puede ser planteada esta cuestión: ¿en qué se benefician los ciudadanos que eligen a un candidato presidencial que no necesitó mucho dinero para financiar su campaña electoral; pero que, en el ejercicio de la presidencia, es peligrosamente inepto, es decir, no cumple idóneamente las funciones que le adjudica la Constitución Política? Por ejemplo, ¿en qué se benefician los ciudadanos que eligen a un candidato presidencial que, aunque haya necesitado poco dinero para financiar su campaña electoral, no desempeña con aptitud la extraordinariamente importante función de comandar las fuerzas públicas de seguridad para garantizar el ejercicio del derecho a la libertad, el derecho a la vida y el derecho a la propiedad privada?

El presidente Morales también declaró que Guatemala “está cambiando”, porque no se necesita mucho dinero para llegar a ser Presidente de la República; pero no declaró que Guatemala “está cambiando” porque un ciudadano apto para ejercer el poder presidencial no necesita mucho dinero para ser electo presidente. Por lo menos aparentemente, sugirió que aquello que es esencial es solo ser presidente, y no ser también un presidente apto, tan apto que le confiere a la democracia una novedosa cualidad benefactora.

Las declaraciones del presidente Morales me invitan a imaginar que un candidato presidencial imbécil, con poco dinero para financiar su campaña electoral, es electo porque, con asombrosa decisión, se propuso ser presidente, y como intrépido guerrero, luchó por serlo; y cuando ya ejerce la presidencia, con punible orgullo, y hasta con absurda jactancia, predica que él es un ejemplo irresistiblemente persuasivo de que cualquier ciudadano puede ser Presidente de la República.

Creo que el presidente Morales comprende, o debe comprender, o tiene que comprender, que la finalidad de elegir Presidente de la República no es meramente que el Estado tenga un presidente, como si el Estado fuera dichoso solo porque tiene un presidente, y más dichoso todavía porque el presidente que tiene necesitó poco dinero para financiar su campaña electoral. Tener presidente es un medio para procurar el bien del Estado, y no una finalidad intrínsecamente valiosa. Por ser un medio y no un fin, el presidente debe desempeñar, con máxima idoneidad, las funciones que la ley le adjudica. Y no tendría que jactarse por haber ganado el poder presidencial, sino por ejercerlo con socialmente beneficiosa idoneidad.

Las declaraciones del presidente Morales fueron dadas recientemente, cuando estaba con niños escolares, durante un acto de entrega de libros. Opino que no fueron declaraciones pedagógicamente valiosas, porque contribuyeron a que los niños puedan creer que lo importante es ser Presidente de la República, y no ejercer idóneamente el poder presidencial, para procurar el bien del Estado.

Post scriptum. Que cualquiera pueda ser Presidente de la República es precisamente, por lo menos en nuestro país, una costosa desgracia de una corrompida democracia.

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