Francisco Cáceres Barrios
fracaceres@lahora.com.gt
La pregunta del titular me la han hecho miles de veces y nunca he podido dar la respuesta adecuada, no porque no la sepa, sino porque en la práctica las soluciones no se encuentran, sea porque el funcionario a cargo de aplicarlas sea incapaz, porque sea verdad que el Estado no tiene suficientes recursos financieros o porque es cierto que sin tales medidas las cosas no caminan como deben. Y aquí viene la consecuente pregunta: ¿por qué entonces los que no tenemos ninguna culpa de que las soluciones a los problemas no se apliquen, terminamos siempre pagando el pato con tantas “medidas de hecho” a las que acude cada sector, gremio o personas afectadas?
Por ejemplo, me decía un amigo, ¿qué culpa tengo yo que los funcionarios o empleados públicos responsables de pagarle los viáticos que les corresponden a los empleados del Ministerio de Salud no lo hayan hecho y haya tenido que reparar mi vehículo automotor al sufrir desperfectos derivados del recalentamiento provocado, porque los manifestantes dispusieran tomar medidas de hecho cuando menos lo esperábamos, bloqueando el libre tránsito en varias rutas? La lógica nos indica que él tiene sobrada razón, más aún, cuando los irresponsables, desde el Presidente hasta el último empleado público hayan incumplido sus deberes.
¿Por qué la reunión que sostuvieron con la Ministra de Salud no se hizo antes?, ¿por qué el presidente Morales no previó las consecuencias con suficiente anticipación? y ¿Por qué los sindicalistas en vez de provocar bochinches no hicieron las gestiones necesarias por la vía administrativa para que atendieran sus peticiones? Estas son tres preguntas básicas que cada servidor público debiera hacerse para evitarle a la población que “sin tener ninguna vela en el entierro” tenga que seguir sufriendo tantos problemas por su causa.
Siempre he dicho que cualquier día de estos un desesperado les va a tirar encima a los manifestantes su vehículo o un volado de carácter va a sacar su pistola para repeler su abuso, como ha sucedido en los transportes colectivos cuando la gente cansada de ser víctima de los asaltantes se ha visto en la necesidad de protegerse de ellos, pues estos en vez de ser “perseguidos” por las autoridades, resultan “protegidos” por la incapacidad, lenidad o irresponsabilidad de quienes debieran cumplir con sus deberes, permitiéndoles cometer con toda tranquilidad sus fechorías. Esto no puede seguir así. La situación se volvió una olla de presión defectuosa, la que en cualquier momento va a explotar con impredecibles consecuencias, sin que nadie exija a las autoridades el cumplimiento de sus deberes. ¿Para qué tenemos tantas leyes que lo estipulan?