María José Cabrera Cifuentes
mjcabreracifuentes@gmail.com

“Hoy por la mañana, mientras caminaba por la calle me encontré a un niñito precioso, tenía la cara sucia y se notaba que estaba inmensamente descuidado. Lo tomé de la mano y lo acogí en mi casa pues tenía hambre y sed, así que le preparé un delicioso y nutritivo almuerzo, lo limpié y lo dejé descansar un rato en mi cama. ¡Es muy juguetón! Le encantó salir conmigo al jardín y jugar a la pelota, parecía que era la primera vez que veía una. Luego lo llevé con las autoridades, sé que su futuro será difícil, pero al menos espero haber podido sacarlo para siempre de las calles y del maltrato del que ahí es objeto”.

“¡Por favor queridos amigos, necesito que me ayuden con esto! Transitaba en mi carro esta mañana, cuando en una de las esquinas de esta ciudad vi a un pequeño bultito moverse, me di cuenta de que se trataba de una niña de no más de 5 años con un semblante que me preocupó, así que de inmediato me detuve para acercarme. Noté de inmediato que la niña estaba enferma, se le veía desnutrida y al preguntar su nombre, su voz me hizo pensar que además llevaba una herida profunda en el alma. Con lágrimas en los ojos tomé su manita y la llevé inmediatamente al médico, él me dijo que debería permanecer en el hospital durante su recuperación, por lo que les ruego que cualquier ayuda que puedan brindar me la hagan llegar para asegurar que la pequeñita tenga toda la atención que necesita”.

Jamás en el tiempo que llevan existiendo las redes sociales he leído algo que se asemeje a lo anterior.

Desde hace algunos años ha llamado mi atención como muchas personas se sensibilizan cuando ven perritos callejeros, gatos extraviados, o cualquier animal maltratado y abandonado. He de confesar que cada vez que leo un post que hace referencia a esto no puedo evitar pensar en los seres humanos que han corrido con la misma suerte que estos animalitos y por los que nadie, incluyéndome, mueve un solo dedo.

Esta situación siempre me ha resultado dolorosa. Ojo, no quiero decir con esto que los animales deberían estar olvidados a su suerte, pero si resaltar lo injusto de esta situación. Diariamente vemos personas de todas las edades en estados de miseria que hacen doler el alma. Igual de doloroso me resulta observar como muchos parecieran darle más importancia al dolor y la miseria de simples animales que a la de nuestro prójimo.

Se convierten en héroes quienes fuera de sus casas o negocios ponen agua y alimento para los animalitos, los que se dedican a recoger a cuanto perro callejero miran, quienes se ocupan de recolectar dinero para curarles las heridas o alguna enfermedad, etc. Me pregunto si alguna vez estas nobles personas –porque lo son- habrán alimentado a un niño de la calle, llevado a algún necesitado a su casa o lavado sus heridas.

Quizá los seres humanos somos tan miserables por dentro que la miseria externa de nuestros hermanos pareciera ya ser cualquier cosa. Los esfuerzos aislados no cambiarán la situación actual pero pueden ayudar a mejorar la vida de una persona. No quiero proponer con estas líneas que quienes se dan la tarea de cuidar de los animalitos de la calle dejen de hacerlo, únicamente que en su admirable tarea incluyan también al animal más importante de todos: el hombre.

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