Alfredo Saavedra

De reciente publicación, el libro documental del periodista Byron Barrera, Sobrevivir al Periodismo, se abre paso en la producción editorial de Guatemala, para presentar un valioso aporte para la historiografía de una de las ocupaciones que sobre lo importante que es, también resulta una de las profesiones que en su ejercicio implica un alto grado de peligro, como expone el autor en la narrativa de una amplia gama de episodios que se entretejen en un prospecto de inquietudes juveniles, el ejercicio de una bien definida vocación, la observancia política, el compromiso de clase que conlleva hacia la solidaridad, la denuncia social, la exigencia de justicia y las consecuencias que derivan en persecución, amenazas y atentados de muerte, el exilio y el sacrificio humano.

Barrera es un periodista de gran experiencia y con una muy apreciable capacidad de interpretación del papel del comunicador social no solo como informador, en función de observador del fenómeno cotidiano, sino como crítico del protagonismo que tienen los sectores que influyen en el proceso de los medios para la formación o deformación, según los intereses que representen en el desarrollo de las sociedades.

Autor ya de varios libros, Byron Barrera interpreta con su libro Sobrevivir al Periodismo la definición de la práctica profesional, en un relato que de manera fundamental expone su experiencia personal en el ejercicio de una ocupación que vinculada a la responsabilidad de funcionar como espectador y comunicador del suceder en la vida diaria, también de convertirse en un promotor de cambio en la demanda de fungir como procurador en servicio de 1os que por falta de instrumentos de expresión esperan del periodista ser su vocero.

Byron, como un obrero del periodismo independiente, ha hecho práctica de un oficio honesto, pero muy comprometido con las formalidades que tiene la profesión para la denuncia de las injusticias y la proclamación del derecho de los ciudadanos, y por consiguiente los pueblos, a una democracia real, conforme los principios que la originaron y no la impuesta por los usurpadores, representados por el denominado poder económico y sus guardianes, constituidos por regímenes amparados por la fuerza bruta.

Un acto que impresionó a la prensa internacional, fue el incendio destructivo del semanario La Época, una iniciativa de Byron, que con el apoyo financiero del gobierno de Suecia, surgió durante uno de sus retornos del exilio, en un intento por crear una alternativa de información, que al prosperar en términos de aceptación pública, fue blanco de ese atentado, cometido por las fuerzas oscurantistas combinadas entre el ejército y la derecha. Ocurre eso, durante el “primer gobierno democrático” (1985) en Guatemala, después de dos décadas de regímenes militares. “Gobierno democrático”, que como se lo dijo en México al autor el distinguido intelectual guatemalteco Luis Cardoza y Aragón, era “Rehén de los militares”.

Al desempeñarse en ese escenario, con su legítimo derecho como periodista, el autor Byron Barrera ha tenido que enfrentar una sucesión de contratiempos, que se han traducido, para limitaciones y hasta desgracia en su vida personal, en amenazas, persecución, exilio, cárcel y el extremo de perder a su esposa, en un ataque armado de esbirros que, extremadas las investigaciones posibles, se concluyó que actuaron por encargo del aparato represivo en Guatemala, país azotado por la violencia institucional durante sus consecutivas dictaduras militares y además, en los últimos tiempos, por la delincuencia incontrolable, común en muchos países.

Cuando el asesinato de su esposa, Refugio Aracely Villanueva, estaba Byron en funciones de vicepresidente de la Asociación de Periodistas de Guatemala, entidad representativa en el país. El infausto suceso, en una sucinta descripción es narrado en el prólogo, a cargo del periodista Mario Antonio Sandoval, quien dice: “Por casualidad, casi increíble, pasaba por el lugar, en ruta hacia mi trabajo en el periódico, cuando los asesinos se conducían en moto. Uno de ellos se bajó y disparó a quemarropa al carro de Byron… Estacioné y corrí a la escena, Byron estaba herido y tenía en sus brazos a su esposa, donde ella expiró”. Por aparte, la prensa al día siguiente hizo una descripción también perturbadora de los instantes luego del ataque de los esbirros, al indicar que la esposa de Byron, gravemente herida por el ataque armado, salió del automóvil y dio unos pasos todavía, donde cayó y su esposo trató de auxiliarla, con el resultado ya informado.

Ese sería el episodio más terrible en la vida del autor, que a lo largo del libro, además de la narración de la forma como se desarrolló su vida en el periodismo, dentro y fuera del país, hace una detallada cronología de cómo con la colaboración de una comisión internacional de periodistas, por medio de un proceso de investigación lento, trabajoso y con riesgos, se llegó a establecer que la destrucción de su periódico y el ataque armado que dio muerte a la esposa, fue ordenado por alta oficialidad del ejército, dentro de la maquinaria represiva que durante más de treinta años causó la desaparición y muerte de unas doscientas mil personas.

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