René Arturo Villegas Lara

Cuando en Guatemala se publica un libro, científico o literario, es de celebrarse porque es un acontecimiento. Tengo por norma comentar en mi columna del Diario La Hora, mi opinión sobre el contenido de los que me envían dilectos amigos que se dedican a escribir con profunda convicción sobre materias jurídicas o no, tal los casos de mis amigos, licenciado Arturo Martínez Gálvez, autor del libro “Derecho Constitucional y Justicia Constitucional”, y licenciado Alejandro Maldonado Aguirre, que suma a su gran calidad de jurista, la de un escritor del arte literario y que me acaba de obsequiar su voluminoso texto titulado “Café de Juristas”. A esos libros quiero referirme ahora.

Arturo Martínez Gálvez, es un profesional del Derecho poseedor de una cultura poco común, no solo en el campo del Derecho, sino, además en la filosofía y la teoría política. El trabajo que desempeñó en la banca central durante muchos años, le permitió recoger valiosas experiencias para escribir un Tratado de Derecho Bancario, contenido en varios volúmenes, y que debe ser texto obligado para los cursantes de la materia en las universidades del país, además de otros sobre la actividad en la actividad bancaria. Además, es un apasionado estudioso del Derecho Constitucional, con un “olfato crítico” para exponer las fallas de la justicia constitucional en nuestro país. Su libro que hoy ocupa mi atención, Derecho Constitucional y Justicia Constitucional, es obligado dentro de toda la extensa bibliografía jurídica que hoy se publica sobre esta materia.

Alejandro Maldonado Aguirre, es de sobra conocido en el ámbito público por su dedicación a la administración del Estado, en la que destacó su desempeño como juez constitucional y como Presidente de la República. Muy poco le faltó para ser presidente de los tres poderes del Estado, emulando al presidente Reina Andrade. Ya en una oportunidad comenté en La Hora su obra “Testigo de Testigos” y resalté su forma muy peculiar de relatar su vida de militante político. Ahora, ha publicado un nutrido libro titulado “Café de Juristas”, en donde, según me contaba en su residencia de Jocotenango, al final de la Calle Ancha, transcribe un nutrido inventario de párrafos muy singulares de todos los autores, juristas o no, que ha tenido ocasión de leer en el curso de su fructífera existencia. Alejandro confirma lo que leí alguna vez en no recuerdo qué libro, que hay obras, sistema o escuelas que pueden identificarse en un párrafo o en una frase. Cuando uno oye que “todo lo racional es real y todo lo real es racional”, se recuerda a Hegel, que es una manera de resaltar una idea central en una obra y que, a veces, puede resumir toda la esencia de una lectura. Esto lo evidencia Alejandro con su “Café de Juristas”, en donde desfilan casi todos los grandes cultivadores de la ciencia jurídica de hace siglos y que él ha tenido la paciencia franciscana de ir adocenando sus párrafos más sugestivos, en cuadernos, hojas sueltas o subrayados, para que ahora nos deleite con una lectura que a más de alguno le despertara la inquietud de buscar la obra comentada y leerla. Sin lugar a dudas “Café de Juristas” debe adquirirse y leerse como en las efemérides de don Federico Hernández de León o Rayuela de Cortázar, no por el contenido, sino porque usted puede principiar “por el principio” o en medio o al final. De cualquier modo es un libro exquisito.

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