Jorge Mario Andrino Grotewold
* @jmag2010

Cualquier administrador, público o privado, recuerda la antigua teoría que determina el indicador de: entre más ejecución, mejor resultado. Durante años se discutió ese argumento, identificando que las inversiones, el mantenimiento progresivo, la mejora continua y la producción, son los verdaderos evaluadores de una gestión, especialmente la pública.

En los últimos días del año pasado, y los primeros del presente, varias instituciones estatales y en especial el Ministerio de Finanzas Públicas ha insistido en que la ejecución del presupuesto de ingresos del Estado fue alto en el 2016, alejando las críticas de analistas y medios de comunicación que encontraron presupuestos no ejecutados y proyectos inconclusos. La vista desde afuera del Estado piensa más en la función protectora que tanta falta hizo para las y los guatemaltecos, como la falta de insumos y medicinas, las carreteras en terrible estado, o bien los mecanismos de apoyo a la justicia, el medio ambiente o la pobreza.

Decir simplemente que hubo más ejecución no simboliza un buen gobierno. Ni siquiera un buen resultado. Simboliza un gasto que debe rendir cuentas. Y ese proceso incluye la tan cuestionada gestión municipalista, las entidades descentralizadas y por supuesto, los tres Órganos del Estado, en donde se concentra fundamentalmente el poder político del país.

El próximo informe del Presidente Morales debiera tener más que un proceso de justificación o explicación, una perspectiva de los próximos tres años, empezando a pensar en su legado, y en las políticas públicas que puede dejar sentadas como base, además de la adecuada planificación de estrategias de desarrollo para los problemas urgentes e inmediatos del Estado.

Su preocupación no debe ser si ejecutó o no su presupuesto, sino la forma en que este servirá a los guatemaltecos; si la forma en que se gastan los impuestos y los préstamos que también serán pagados con estos, tienen la calidad que se requiere, o son simplemente aumento de puestos, alimento de la corrupción o mal gastados de cualquier otra forma.

El Presidente debe pensar como estadista, como político y como guatemalteco. La priorización de un gasto, la implementación de políticas económicas que incentiven la producción y el empleo, así como aquellos mecanismos que hagan incluyente al país, son los grandes retos de un líder nacional, que puede hacer historia en el país, si tan solo consigue aspirar a más que ser simplemente un presidente.

Con esa definición del camino a seguir, seguramente encontrará más que apoyo en la sociedad, y principalmente en la población que está ávida a encontrar inspiración para salir adelante.

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