Fernando Mollinedo C.

Se inició hoy la segunda semana del año, también la formalidad en la asistencia al trabajo, el ciclo escolar, terminaron las vacaciones en juzgados y administración pública regular. Los términos latinos utilizados para título del presente artículo, expresan de forma lapidaria la situación que en Guatemala es el diario vivir y lo seguirá siendo per sécula seculórum.

“Guatemala corrompida está” y para entendernos les cuento que “corrompido” es el participio regular del verbo CORROMPER, que según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (DRAE), deviene del latín corrumpere y significa: alterar y trastrocar la forma de alguna cosa; echar a perder, depravar, dañar, podrir, sobornar a alguien con dádivas o de otra manera.

A su vez, CORRUPTO es el participio irregular del mismo verbo y suele aplicarse a las personas que incurren en actos de corrupción o uso del poder político para tomar ventajas personales. El MAL también tiene su historia: las crónicas, testimonios, tradición oral, evidencias y pruebas identifican a la corrupción como una práctica de políticos y servidores públicos que obligan a personas (humanas y jurídicas) a contribuir de forma obligatoria e indebida con “mordidas”, “ajustes”, “compensaciones” y otras formas de “propinas” para la agilización u obtención de resultados positivos en trámites administrativos, judiciales y hasta en la iniciativa privada.

En Guatemala, los empleados del servicio público (policías, maestros, oficinistas de todos los ministerios y municipalidades, secretarías, carteros – cuando los hubo– médicos y muchos más) siempre fueron y son mal pagados; sus bajos ingresos aún les obligan a “perdonar” infracciones o acelerar trámites mediante la recepción de gratificaciones ilegales que reciben y distribuyen a su estructura delictiva; luego: se aligeran los trámites.

La historia nos muestra que con la extorsión se inició el proceso de corrupción: el servidor público la exige veladamente al usuario y este va cediendo, aunque también sucede en sentido contrario, cuando el usuario es quien ofrece la dádiva. La corrupción va creciendo hacia los grandes negocios: adquisición de insumos, otorgar contratos, exoneración de requisitos legales y administrativos para proveedores y contratistas hasta llegar a la malversación (desfalco) y desviación de fondos públicos en provecho propio; peculado, apropiación indebida y otros delitos más en contra del patrimonio del Estado.

Los actos de corrupción se extendieron a familiares, amigos, compadres, amantes (hombres y mujeres) y una sarta de cómplices que se han prestado para robar dinero destinado a servicios públicos; ello coloca a Guatemala como uno de los países más destacados en materia de corrupción gubernamental (SEGUNDO LUGAR) en América.

Otra forma de corrupción es sitiar a la sociedad entera; dejan de dar clases, abandonan a los niños pero, no dejan de cobrar sus sueldos; los líderes sindicales envejecidos y obesos, muchas veces delincuentes, carecen de valores y principios.

Las investigaciones sobre corrupción van por buen camino y seguirán apareciendo las “ratas”.

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