Isabel Pinillos – Puente Norte
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Naciones Unidas nombró el 18 de diciembre como el Día Internacional del Migrante, por lo que está dedicado hoy, según se reporta, a 232 millones de personas en el mundo. Además de los migrantes, el número de refugiados, desplazados o solicitantes de asilo es aproximadamente 59.5 millones de personas, de los cuales la mitad son niños.

Migrante. Desde que pudiste caminar, eso hiciste. Caminaste por los continentes, cruzaste el estrecho de Bering. Lo hiciste para sobrevivir, para conquistar nuevos horizontes, una nueva vida. Caminaste para adaptarte a los cambios, porque quedarse estático significaba la muerte. Caminaste al otro lado del río y de la montaña, atravesaste océanos. En tu recorrido conociste el mundo y lo enriqueciste con tu sello, encontraste nuevas formas de comunicarte y de aprender. Pero luego vinieron las barreras. Las barreras entre países, las barreras en ley que hicieron que llamarte Migrante se convirtiera en delito.

La proclamación de este día conmemorativo en el calendario se hace en una época de tribulación para los migrantes y refugiados en el mundo. La fecha pareciera un recordatorio cruel sobre los derechos humanos de los migrantes, cuando actualmente, los Estados gastan millones de dólares en eliminar “el problema migratorio”, en vez de asegurar el derecho a la vida de las personas con rostro y apellido, con trenzas, con zapatitos rotos, con manos partidas.

Reconocemos que las migraciones actuales se producen por múltiples causas. Una primordial es el subdesarrollo. En Guatemala por ejemplo, la última Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi), reveló que la pobreza alcanza ya a 9.4 millones de guatemaltecos, casi el 70% de la población, mientras que sólo un 20% de la población acapara más de la mitad de los ingresos del país. Como resultado de esto, millones de guatemaltecos buscan este desarrollo para sí mismos y sus familias en el Norte, a pesar de las barreras, de las restricciones, del peligro del viaje y las consecuencias.

Pero las movilidades no son bien vistas por los países desarrollados, y ahora más que nunca, ésta tiende a ser criminalizada. Los recursos que se han vertido para asegurar las fronteras no tienen precedentes. El tema migratorio es tan álgido en Estados Unidos, que fue decisivo para la victoria del nuevo presidente electo. Su promesa de deportación masiva, de cumplirse afectaría el plan de vida de 11 millones de personas indocumentadas en ese país.

Ante esta problemática me pregunto, ¿qué significa ser migrante en 2016? Significa diferentes cosas en diferentes latitudes. Pero podríamos decir que cada vez más el migrante toma un papel de abandono, en donde la territorialidad de las leyes les aplica cuando les perjudica, pero no cuando se trata de proteger su derecho a la vida, a un trabajo digno, a la propia autodeterminación.

La realidad como la veo es que desde su proclamación en el año 2000, es una fecha más en el calendario, y ser migrante hoy significa ser invisible, ser ilegal, ser delincuente.

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