Alfonso Mata

El 12 de octubre se celebra en América el Día de la Hispanidad pero no existe en Guatemala un día Nacional de la Conciencia del Indígena, aunque sí el día de los pueblos indígenas, el 9 de agosto, como parte de la agenda internacional. Tampoco nuestros historiadores, al menos no conozco una obra seria al respecto, que hable de la contribución de la cultura indígena en la creación de la identidad nacional, entonces me pregunto ¿cómo se pide, que se enseñe y se difunda una identidad nacional?

La afirmación anterior va, en un momento de reflexión para analizar las actitudes del Congreso y del Ejecutivo, los que de un plumazo descartan, el uno, la integración de ese tema a la legislación y el otro, parte de la competencia de los Consejos de Desarrollo, dentro de la sociedad guatemalteca.

En nuestros días -y con justificada razón- el indígena se queja de la discriminación, no solo en el campo de la justicia, sino en todo lo que constituye el desarrollo humano. Y qué es lo que hemos visto, qué ha sucedido, muchos de su propia cultura en lugar de defenderlos, se han incorporado al sistema.

A pesar de los progresos realizados, nuestra sociedad sigue sin entender ni guardar respeto por la cultura indígena; por lo tanto, es necesario continuar con una extensa sensibilización no solo en los políticos, sino también dentro de los académicos y la población. No es un día, un gobierno, lo que se necesita para concientizar, sino un programa nacional, que movilice no solo la educación, sino una estrategia de integración de culturas. Es de destacar que dentro de nuestra historia patria, los problemas que todavía encara el grupo indígena, no es cuestión resuelta, ni siquiera tratada. Los datos oficiales económicos, sociales, desde hace más de un siglo, colocan una y otra vez a las personas de origen indígena, como las más pobres y marginadas y todavía hay gente que con un pensamiento colonizador dice abiertamente; “ellos tienen la culpa” sin siquiera ponerse a pensar que es el indígena, el que ha puesto la mayoría de muertos en los conflictos; es él, el que con su tarea diaria nos da de comer aunque sea desnutrido ¿paradójico no?

La complejidad de la realidad familiar y comunitaria, en su contexto social y político, es y se vuelve cada vez más delicada en nuestro medio y sus grupos. La solución que nos traerá consuelo, no es una solución solo fruto de la inteligencia humana procesada y politizada, es y tiene en su base un fundamento social-humanístico. Ofrecer a nuestros hermanos indígenas, debe ser el resultado de «un cuidadoso” discernimiento de respeto espiritual profundo y con visión de futuro para que todos, sin excepción, ante cualquier situación de vida que se lleve, podamos sentirnos acogidos por una nación, participar activamente en la vida comunitaria y más allá de ello, ser introducidos en el desarrollo con venia y a conveniencia de todos, dentro de un Estado de derecho, justicia y oportunidad.

Un punto en ello es clave: se han de evitar los juicios que no tienen en cuenta la complejidad de las diferentes situaciones e interpretaciones sociales y ambientales y se debe estar atento a la manera en que las personas viven y sufren a causa de su condición. Eso significa el respeto para formar nacionalidad. Se hace pues necesario, tener un «cambio de visión» que va más allá de lo legal y riguroso, a una acción pública y privada que ayude a las personas de una y otra etnia, a entrar en una relación personal, con una idea de nación no formada aun. Un discernimiento responsable, exige un mayor compromiso que va más allá de aprobar y aplicar una ley. Es lograr el discernimiento de ayudar el desarrollo humano, por medio de un modelo social y económico más justo e inclusivo. El objetivo de la nacionalidad entonces es poner el acento, el valor de la inversión humana y política, en realidades locales bajo un proyecto de transformación y de justicia social. Eso está más allá de una ley de hacer justicia.

La fecha del día de la contribución indígena, debería ser simbólica y coincidir con las nuevas leyes de indias promulgadas un 20 noviembre de 1542 sobre mejoras del estado de los pueblos indígenas.

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