Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

El gran ideal es que los pueblos puedan avanzar civilizadamente en la búsqueda de soluciones y que mediante grandes acuerdos se resuelvan problemas que impiden el legítimo ejercicio de la democracia. Ahora estamos viendo que tras un intenso esfuerzo de diálogo, se presenta un proyecto de reforma constitucional que contiene modificaciones para liberar al sector justicia del secuestro que viene sufriendo desde que se establecieron las Comisiones de Postulación, pero la arrogancia de los grupos dominantes que quieren seguir manipulando la justicia para preservar la impunidad hace esfuerzos por detener ese proceso.

No solo mediante tácticas burdas como la de espantar con el petate del muerto, sino llegando a mentir descaradamente para generar temor entre la gente. La noche del sábado se empezó a difundir, de parte de diputados, algunos de ellos involucrados en casos de corrupción como el del programa de computación para el IGSS, que un ciudadano fue macheteado tras de la aplicación del derecho indígena. El crimen había sido resultado de las controversias que hay por el control de Semuc Champey que ya ha causado serios conflictos, pero el incidente fue maliciosamente aprovechado por los poderes ocultos, que también usaron su medio de comunicación electrónico, para propagar el infundio a fin de generar entre la gente la idea de que la justicia indígena implica machetazos.

Luego se presentó un amparo para tratar de impedir que la Fiscal General y el Comisionado de la CICIG pudieran asistir hoy a la sesión del Congreso, mismo que por carecer de fundamento debe haber sido declarado ya sin lugar, dada su notoria frivolidad. Pero es obvio que se está moviendo toda la maquinaria del arrogante pacto de impunidad para detener no solo esas reformas sino para devolver al país a la situación en que se encontraba antes de abril del año pasado.

Y justamente ahora, cuando se tiene que hablar de Fidel Castro por su reciente fallecimiento, es imperativo decir que la arrogancia de los poderes fácticos cierra los espacios a la discusión y el diálogo. Así ocurrió en la Cuba de Batista, cuando a punta de represión se destruyeron los movimientos democráticos que trataban de establecer una democracia por los métodos pacíficos y civilizados, dejando el campo abierto para que surgiera el movimiento 26 de Julio que, encabezado por Castro, se impuso a la fuerza para alejar del poder a Fulgencio Batista y su cohorte de asesinos. Se dice que Cuba pudo salir de las brasas para caer en las llamas, pero es que cuando los poderes corruptos copan cualquier instancia de diálogo, la violencia surge como respuesta.

Los ciudadanos guatemaltecos tenemos que entender que la corrupción que vivimos es la peor de las dictaduras, porque pone a todo el aparato del Estado al servicio del enriquecimiento de unos cuantos que mueven cielo y tierra para no perder sus privilegios y que saben aprovechar los recursos de la institucionalidad para que les cobije en sus ambiciones ilimitadas.

Dios no quiera que nuestro país vuelva a sufrir por la violencia política y que los ciudadanos, mediante el ejercicio de su ciudadanía que nos recordó ayer Iván Velásquez, sepamos agotar la vía institucional para lograr los cambios que vendrán de una u otra manera.

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