Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

Políticos, sectores gremiales, algunos medios, periodistas y ciudadanos en general se llenan la boca con el discurso del cambio y la necesidad que como país tenemos de encontrar un nuevo rumbo, pero cada vez que surge algo que puede dar el giro al timón, por un lado dicen que “sí quieren cambios”, pero por el otro lado empiezan con excusas de que es mejor discutirlos, estar todos de acuerdo, consensuar todo, pasar en eterno análisis y si no les parece, entonces mejor que no haya cambios porque, según dicen, podemos llegar a estar peor.

Curiosamente son las mismas voces que nunca hablan de los vicios de fondo, jamás han tenido la entereza para denunciar los puntos de secuestro y negocio del Estado y así se debe entender porqué de su boca no sale nada respecto al financiamiento electoral, al Listado Geográfico de Obras, de lo podrido que está nuestro sistema de compras, de lo inútil que es la Controlaría de Cuentas, de que la PGN sea una especia de bufete de la impunidad y en contraste, por ejemplo, ahora dicen que la SAT no hace su trabajo sino terrorismo fiscal.

Con la reforma al sector justicia han planteado tres temas: antejuicio (es una aberración defender esa figura cuando ha servido de escudo de impunidad y es sinónimo de hueveo con permiso. Los que la defienden tienen cola que les machuquen), la justicia indígena (lo que nos confirma que seguimos siendo una sociedad racista que considera que nuestros indígenas deben existir para exhibirlos al mundo como folclore de nuestra cultura, pero nada más) y el Consejo Nacional de Justicia (porque han encontrado en la forma actual en la que se eligen a las autoridades judiciales y en la forma en que administrativamente se opera el Organismo Judicial a una manera de asegurar y acrecentar impunidad) y hay que ser muy cínicos para tener esa postura frente a lo que existe hoy en Guatemala.

Y eso contrasta con el discurso de que debemos ser los guatemaltecos los que hagamos el chance contra la impunidad, pero en realidad lo que nos quieren decir es: “déjennos a nosotros los guatemaltecos luchar contra la impunidad, porque la verdad es que los poderes ocultos, las mafias, algunas elites y buena parte de la sociedad (por ignorancia o complicidad) no desean luchar contra la impunidad, entonces si nos lo dejan a los guatemaltecos, nos aseguraremos de no luchar contra ese mal y truncar todo esfuerzo que intente cambiar el estado actual de las cosas”.

Y a pesar de hacer todo para que Guatemala no cambie, muchas voces todavía tienen el descaro de salir a decir que es necesario crecer sosteniblemente en la economía, generar empleos, atraer inversión seria, hacer megaproyectos, etc y la pregunta es ¿cómo jocotes podemos construir algo sólido si las bases están podridas y no aguantan la construcción de un país con sistema diferente, justamente, porque hay quienes no desean que esas bases cambien?

Construir un país diferente cuando los hechos distan de los discursos es imposible, pero lo que sí es posible ante esa disparidad de palabra y acción, es seguir apuntalando un sistema que se estima que, con todo y sus vicios, beneficia más de lo que perjudica y por eso es que muchos se resisten a los cambios.

Y todo esto pasa porque como sociedad hemos mantenido una actitud muy pasiva que hace que esos deseos de cambio sean muy tenues dando espacio para que las mafias ganen sin mucha batalla y por eso nunca me cansaré de decir que si deseamos un futuro mejor, el mismo para por usted y por mí y por el papel que deseemos jugar.

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