Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Mario Taracena tiene, sobre todo, una muy peculiar forma de hablar que lo muestra ocasionalmente sin pelos en la lengua. Sabe cómo y cuándo lucirse y aunque da la apariencia de que es totalmente espontáneo, en el fondo es un político que piensa lo que dice y no de aquellos que, locuazmente, simplemente dicen lo que piensan. Sabe perfectamente cuán podrido está el sistema pero fue su hábil defensor durante un año mediante el arte de vender como históricas reformas que fueron puras babosadas intrascendentes, como esa ley electoral que se pasa por el arco del triunfo el financiamiento que es la clave de la cooptación del Estado.

Y es por ese conocimiento de la podredumbre existente que ayer, al confirmarse que no tenía ya opciones para reelegirse como Presidente del Congreso, que se destapó con varias afirmaciones que vale la pena tomar en cuenta. Con la boca llena de razón, dijo que el Presidente estaba manoseando a uno de los poderes del Estado y que es un bruto. Pero el punto medular de todo lo que dijo fue en respuesta a un interrogante que le hicieron periodistas respecto a las declaraciones de los obispos con relación a la situación de los tres poderes del Estado. Según Mario Taracena, los diputados están comprando boletos para la depuración y así lo publicó esta mañana Prensa Libre, en alusión, creo yo, a que en vez de actuar para que la CICIG “no chingue”, como literalmente dijo, se sometieron al pacto de impunidad orquestado por Jimmy Morales y ahora justamente lo que van a hacer es ponerse a “chingar” a la CICIG y el Ministerio Público y esa actitud equivale a la compra de boletos para la depuración.

Hay tanto por dónde entrarle a los diputados que ese pacto nos colocará en una de las situaciones más difíciles de la historia del país porque el primer paso será tratar de revocar el mandato a la Comisión Internacional contra la Impunidad y luego actuar arbitrariamente contra la Fiscal General. Saben que tienen el control absoluto de los tres poderes del Estado para atrincherarse y de esa forma unir esfuerzos para reestructurar el modelo que sufrió algunos rasguños, realmente poco importantes, a partir del año pasado cuando se produjeron las manifestaciones en la Plaza para reclamar contra la corrupción.

Ante el pacto por la impunidad, denunciado con toda claridad por varias organizaciones de la Sociedad Civil, no queda sino ver al ciudadano como el soberano que tendrá la última palabra. Si sigue con la tendencia de conformarse con cambios cosméticos y sin importancia, los poderes del mal lograrán su cometido sin despeinarse siquiera porque acumularon y concentraron todo el poder formal en el Gobierno Central, el Congreso y las Cortes tras la maniobra que hizo Morales como un esfuerzo desesperado para librarse de la persecución penal que acosa a su familia y que podría arrastrarlo a él. Mismo caso el de su Vicepresidente tachado en el Norte por relaciones familiares con el Fantasma.

Nunca ha estado tanto en juego en el país como ahora. El pacto de impunidad está suscrito y operando a todo vapor y de no haber esa depuración tan claramente señalada por Taracena, quien sabe por qué y cómo se puede producir, la suerte está echada.

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