Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

Entre descaro y cinismo, la Procuradora General de la Nación, Anabella Morfín dijo en el programa A Primera Hora de Emisoras Unidas que para el caso de APM Terminals no hay un plan “B” y tiene razón, porque nunca ha habido un plan “B” cuando un negocio se cocina a la medida y se consiguen a los actores necesarios para que operen desde lo más alto una salida “de cuello blanco” con alguien que no ha mostrado ser un tercero bien intencionado ni que haya sido, previo a la compra, sorprendido en su “buena fe”.

No hay plan “B” porque somos tan aguados que ni siquiera se le pidió a APM que avisara cuándo se reunirían con Ángel Pérez Maura para que las autoridades lo pudieran capturar y traer pie con jeta al país, pero insisto, eso no iba a pasar porque el plan “A” es que el negocio se consuma sin levantar muchas olas, incluyendo por tanto que Pérez Maura siga muy tranquilamente en Europa.

Pero la verdad es que en Guatemala en general no hay un plan “A” ni “B”, pero para enfrentar la corrupción desde los cimientos del sistema, hemos creído que con caerles a los cínicos y descarados del Partido Patriota podemos decir que “Guate ya cambió”. Aquí no ha cambiado nada aún y, por el contrario, lo que ha habido es gente hábil que logra agarrar de majes a ciertos personajes, por ejemplo, algo así como Jimmy Morales agarró a algunos, como Mario Taracena durmió a otros y como Blanca Stalling asustó a varios.

Aquí no hay la más mínima intención para entrarle a los vicios del sistema que son los que permiten que, sin importar quiénes operen los negocios, estos persisten y persistirán para siempre. Esta “lucha contra la impunidad y la corrupción” es como la lucha contra las maras y el narcotráfico, es decir, agarran a unos 100 pero rápido surgen otros 100 que llenan los vacíos de poder y siguen la operación.

Así como se dice que para ganarle a las maras debe haber un esfuerzo social por generar más oportunidades que evitan que más gente sea reclutada o que para detener el tema del narcotráfico se debe atender el consumo, pues lo mismo pasa en la lucha contra la impunidad y la corrupción, puesto que mientras no cambien las reglas solo variarán los nombres de los líderes de las mafias, pero las pandillas de asalto al Estado durarán eternamente.

Lo más triste es que como sociedad hemos dejado “que nos soben la cara”. Antes se decía que a uno le podían hacer cualquier cosa, menos que le sobaran la cara porque eso era sinónimo de menosprecio y burla, pero como colectivo no solo hemos dejado que nos falten el respeto sino que ya demostramos que no tenemos el temple para decir ya basta.

Nos tienen medidos los políticos y demás actores nacionales que saben que este pueblo se conforma con ver a un par de ladrones en la cárcel o procesados; a los mafiosos eso les da la tranquilidad de que habrá sistema para rato y que mientras la mata de los negocios siga dando, hay que aprovechar para que las familias de los pícaros progresen.

Morfín, Morales, Taracena, Stalling y compañía pueden ser tan cínicos porque ya saben que somos una sociedad que aunque diga, no quiere cambios de fondo porque se acepta que siempre es mejor encontrarle “una salida” a las cosas.

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