Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

El concepto de cooptación del Estado, expuesto por la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala a partir de investigaciones que hizo respecto al financiamiento electoral gestionado y obtenido por el binomio de Pérez Molina y Baldetti, es en realidad la expresión de una vieja práctica que se viene dando desde hace mucho tiempo y cuyo origen concreto yo señalo en el surgimiento del concepto de “partido-empresa” que impulsó Jorge Carpio en el primer lustro de los años ochenta. El mismo rompió con la idea de que los partidos eran expresiones ideológicas para plantear las distintas soluciones a los problemas del país y, renunciando a la ideología, se habló del pragmatismo para alcanzar el poder mediante costosas inversiones publicitarias que atrajeran el voto masivo (e irreflexivo), que se dejaba encandilar por esa portentosa utilización de los medios de comunicación como instrumentos de propaganda.

Y dije hace algunas semanas que el primer gobierno cooptado abierta y descaradamente fue el de Cerezo que fue posible gracias al irrestricto y descomunal apoyo que recibió de los canales de la televisión abierta propiedad de Angel González, quien inauguró así una práctica que le terminaría siendo extremadamente rentable pero que, además, llegó a ser obligadamente recurrente porque sin ese apoyo “gratuito” nadie podía siquiera pensar en postularse.

Pero obviamente González no fue el único y a lo largo de los años han sido muchos los que, entendiendo a cabalidad el juego político en Guatemala, supieron actuar para tramitar y obtener privilegios a cambio de donaciones a los políticos con posibilidades que, ojo porque eso es importante, no siempre se usaron para financiar las campañas electorales sino que, de entrada, fueron a parar a los bolsillos de los candidatos que por ello llegaban al poder ya convertidos en millonarios. No fue Baldetti la primera que compró casas con el dinero donado supuestamente para comprar votos y seguramente no fue tampoco la última porque el sistema sigue intacto y no sufrió una modificación que permita suponer que el jueguito se acabó.

La cooptación se produce por distintas vías porque los candidatos necesitan muchas cosas. A Morales lo cooptaron los que le dieron seguridad durante la campaña porque se convirtieron en sus ojos y oídos, pero también quienes le dieron donde vivir con condiciones de seguridad y, sobre todo, de comodidad entonces fuera de su alcance.

El caso es que ninguna de esas “donaciones” de campaña aparece registrada en la contabilidad de los partidos que es la que el Tribunal Supremo Electoral fiscaliza y contabiliza. Si comparamos lo que reportan los partidos como dinero recibido contra lo que, según los costos se invierte en publicidad electoral, veremos que no cuadran las cifras y eso que la publicidad no es ni por asomo el único gasto de campaña, aunque sea el más fácil de cuantificar.

Y no se coopta únicamente a los políticos en campaña, sino también hay otras formas sofisticadas de cooptación como la que se dio a través de Finanzas para “resolver” el problema del Puerto.

¿Puede alguien creer que el pacto con los holandeses se produjo por arte de magia o cabe la posibilidad de que hayan cooptado a mucha gente para concretarlo?

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