Generalmente, las prácticas de países de “primer mundo” tienen espacio en nuestra sociedad que se quiere mostrar mucho más moderna, actualizada, o “trending” a pesar de los niveles de pobreza y subdesarrollo que existen en Guatemala.

Es por eso que se copian dichos y acciones y los actores políticos tienden a imitar a quienes en posiciones similares de poder o con el privilegio de la atención mediática, se colocan en un mundo muy alejado de la realidad guatemalteca.

Lo vemos con los presidentes que utilizan aviones privados porque así viajan otros y eso les da, según ellos, un “glamour” e importancia que no logran ganarse con sus decisiones políticas; se desplazan custodiados por kilométricas comitivas, usan prendas de vestir carísimas pero cachimbiras, etc. Simplemente su intención de copiar les empuja hacia el mal gusto y la pretensión desmedida.

Y ahora que viene la elección en Estados Unidos y que un candidato como Donald Trump aparece como hecho de teflón por su capacidad de que le resbale todo, nos preguntamos ¿Qué efecto tendrá ante los políticos guatemaltecos que van aprendiendo las malas mañas para ganar aceptación a sus malos actos?

Ayer en el debate en Estados Unidos quedó claro que el candidato republicano no puede distanciarse de su despectiva forma de hablar hacia las mujeres, los hispanos, musulmanes, afroamericanos, etc. Es una pena que, ante su incapacidad, un político vuelque su desahogo hacia los generadores de opinión y los medios queriendo ocultar su absoluto desconocimiento y, sobre todo, sus garrafales deficiencias.

Y eso es lo mismo que pasa en nuestra Guatemala con Jimmy Morales y Jafeth Cabrera quienes no logran distanciarse de sus escándalos, pero como Trump se vuelven descarados y la emprenden contra quien les señale sus problemas.

Es una gran pena que una oportunidad para ver de lejos el daño que le hace a un sistema y a un país la participación de un ignorante a niveles que requieren seriedad y preparación, solamente sirva de ejemplo para irresponsables que creen que actuar en la televisión capacita a alguien para gobernar.

La gran diferencia es que parece que Estados Unidos, al menos al día de hoy según sus encuestas, no elegirá a quien basa su capital político en presentarse como un apolítico al que conocen por la televisión.

Pero lo más importante es que identifiquemos que la política no solo debe ser para quien quiera sino para quien pueda. Y esa es una tarea que corresponde a la sociedad evaluar y no dejarnos dormir otra vez porque alguien con cara de buena gente nos engañe con un falso eslogan, como el de ni corrupto ni ladrón.

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