Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Las urnas son un instrumento de la democracia pero muchas veces se convierten en auténticas cajas de Pandora, sobre todo cuando los electores son sometidos previamente a campañas en las que se intensifican radicalismos intransigentes que llaman al odio y la confrontación. Sin esos elementos no se podría entender cómo un pueblo culto, como el británico, votó masivamente para abandonar la Unión Europea simplemente dejándose llevar por el argumento xenofóbico contra la inmigración o cómo es que un país tan respetuoso de las instituciones, como Estados Unidos, se encandila con un Trump que pone los cimientos de su popularidad en el grosero ataque a latinos y musulmanes.

Colombia vivió un largo y sangriento conflicto armado que el gobierno trató de finiquitar con un acuerdo de paz suscrito entre la algarabía mundial y sujeto a la ratificación del pueblo colombiano en un plebiscito. Muchos creyeron que era prácticamente imposible decir no y las encuestas daban por sentado el triunfo del sí hasta que anoche, cuando se había contabilizado casi la totalidad de los votos, el resultado arrojó una mínima victoria del no, impulsada por las actitudes viscerales del expresidente Uribe, con tantos seguidores en Guatemala, quien precisamente utilizó en sus argumentaciones los efectos del acuerdo de paz de nuestro país, donde algunos militares son juzgados por crímenes de lesa humanidad.

El tema del perdón y el olvido fue seguramente la clave esencial de la derrota de los acuerdos de paz en Colombia, además de que la insurgencia nunca llegó a ser un movimiento masivamente popular. Puede hacerse ahora una variedad de análisis respecto a las causas de la derrota del sí, pero lo cierto y concreto es que el dilema ahora para los colombianos se reduce a si van a reiniciar el viejo y sangriento conflicto o si, de cara a la lección de las urnas, van a negociar nuevamente para dejar claros los aspectos que hicieron que la mitad del pueblo rechazara la propuesta.

Evidentemente el pueblo no cree que la guerrilla vaya a reiniciar la guerra porque sería impensable que, con esa posibilidad latente, se hubiera rechazado el acuerdo de paz. Pero hay que ver también que el gobierno tendría que identificar muy claramente cuáles fueron las razones del no, más allá del discurso de odio propagado por Uribe, para establecer un marco de referencia a cualquier esfuerzo futuro para dirimir el conflicto armado.

Creo que los pueblos cada vez razonamos menos cuando se trata de ir a las urnas porque la propaganda es tan intensa y pegajosa que anula el raciocinio. Cada vez, en el mundo, se ven más resultados electorales que a la luz de los hechos y la razón termina siendo inexplicable porque son producto de apasionamientos verdaderamente insensatos.

El Brexit, Trump, el No en Colombia y hasta la elección de un inepto porque dijo que no era ni corrupto ni ladrón, sin probarlo, son apenas ejemplos de cómo es que la gente acude a las urnas a tontas y locas, sin sentarse a pensar un segundo en las consecuencias de un voto irreflexivo.

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